31/12/15

Bitácora aérea II

Para Nashielli Manzanilla y Mikel Deltoya




Mi hogar es movimiento, nómada perpetuo en una época de civilizaciones trasnochadas. Soy parte de ese grupo que habita la velocidad y los viajes. Vuelo nuevamente hacia el sur, el único lugar que me parece seguro y sensato; lástima (y lastima) que no atraviese la frontera: me faltan kilómetros y un par de documentos para lograrlo.

Recuerdo por qué prefiero la carretera: en pleno vuelo es imposible ver nada salvo cielo: ese espejo de mar inamovible; supongo que en eso se parecen el capitán de barco y el de vuelo: tienen que navegar a ciegas (con un radar, pero deben sobreponerse al hecho de no ver nada entre travesías).

Último vistazo a una ciudad que apesta, llena de gente que odio sin conocer, que últimamente sólo me ha estorbado para trasladarme de A a B; casas que se alzan caóticamente y que se mantienen en pie a fuerza de resentimiento y resignación.

Me esperan horas de mar, me espera un lugar tranquilo, un stand by de esto que pasa (que dicen que es la vida): un quicksave para cerrar los ojos y dormir un rato: Bowser, Zelda, el Dr. Willy... Todos pueden esperar: siempre esperan.

Una hora no es suficiente para una película; en la pantalla transmiten comerciales. Ese es el precio de estar a la vanguardia en este país, en este planeta: fumarte los eslóganes y los spots de publicistas mediocres.

El avión acelera: se siente como estar en casa: el cuerpo pegado al asiento, los oídos tapados y el paisaje moviéndose como en cinta automática. El avión acelera para que el aire lo eleve hacia ese cielo nublado que el sol no puede acribillar. Posición diagonal para ascender. Si baja la velocidad, nos caemos.

El avión acelera. Leo en las alas "Do not walk outside this area". Hasta el payaso equilibrista del avión tiene restricciones. Últimamente la vida ha sido así: do not walk outside this area. Pero, lo siento, me gusta pasear por el lado salvaje del camino, hacia la carretera camino al infierno.

Creo que esta vez no me encontraré con poetas ni literatos: vacaciones light.

Un whisky para el camino y unos doritos para no olvidar la realidad. Un libro que me obliga a mover cuerdas que hace años no tocaba y que deberían permanecer inmóviles.

Avisan el descenso. Un vuelo con turbulencia que dura muy poco. Debo apurar mi trago.

Por cierto, Mikel, si estás leyendo esto un 23 de diciembre: Feliz cumpleaños.

7/12/15

De vuelta a Finisterra



Desde que me enteré que Mägo se presentaría con el material completo de Finisterra, no dude en adquirir los boletos. Tras saber que el concierto consistía en presentar el material regrabado del disco, la emoción aumentó; aún no había escuchado la reedición de las canciones, decidí esperar a escuchar el material en vivo antes de comprar el disco, pero Mägo es Mägo.

Indagué un poco en internet tras el concierto: el disco tuvo muchísimas colaboraciones; algunos amigos me dijeron que el disco no valía a pena, que había perdido punch. Recordé lo que escuché una vez sobre la versión de Alice in Wonderland de Tim Burton: yo la había odiado a muerte; una maestra soltó muy atinadamente en la clase (y quizá un poco fangirlmente por Tim y Depp): si vieron la película esperando encontrarse con la misma versión de Alicia, jamás verán bien qué pasa en la visión de Burton. Aunque adapté mi relectura a la peli, siguió sin gustarme.
Intenté hacer lo mismo con el álbum de Mägo. Debo admitirlo, en vivo me fascinó: más veloz, algunas canciones más pesadas, un poco menos folk y más tecnológico. El mismo día del concierto había tenido mi examen profesional, por lo que estaba viciado de posmodernidad, visiones apocalípticas y un pesimismo brutal.
Todo coincidió. El Prólogo cargado de característica misantropía (bien ganada) y el estallido de Satania, con unos tintes de Power Metal, cayeron como anillo al dedo. Ahora sí, ese desprecio por la forma en que la tecnología esclaviza y modifica al ser humano tenía un poco más de sentido. Recuerdo la primera versión de esa canción. Pesada y veloz: heavy; pero le faltaba algo, la melodía no encajaba del todo con el tono, no transportaba en realidad a ese mundo tecnológico del que habla. La nueva versión sí lo hace. El umbral que se atraviesa con esta versión sí parece cargada de elementos electrónicos descompuestos y rotos: atmósfera steampunk que se mantiene en todo el disco.

Más allá de la estética y de los motivos emotivos que tiene Txus para rehacer el disco, cabe decir que ese álbum (justo ese) queda perfecto en la actualidad. Finisterra se adelantó quince años al mundo: el fin de los noventa fue la época donde inició la revolución tecnológica, quince años después se recienten los efectos; quince años después Finisterra tiene otra lectura, evidentemente, más certera (quizá) y más dolorosa: la aldea global es Satania, donde nadie quiere entender la bondad de la diferencia (yihad, machismo, homofobia, racismo y el neo-nazismo de lo políticamente correcto –gracias South Park por dejar un poco más claro qué pasaba con eso– ).
Así como Bolaño lo relata en Amuleto, los habitantes de Satania resisten con fiestas y danzas alrededor del fuego: el canto es nuestro amuleto. Sin embargo, el final del disco es claro: es el fin del camino. Detrás de toda gran esperanza siempre hay un terror profundo al fracaso certero: La Cantata del Diablo apela a la venganza, Atlantia decreta el final de la civilización y Finisterra nos avisa que de aquí no pasaremos.
Detrás de la Super Polla en el concierto, de los brazos enlazados en un frenesí, de la masa empujándose amablemente de un lado a otro, aparecía la última frase de mi tesis: “la esperanza ha muerto”. Quizá por eso vi a más de una decena llorar durante “Es hora de marchar” en el concierto. Durante mi examen me preguntaron si en verdad se había perdido toda posibilidad de futuro: tres veces dije sí. Después intentaron persuadirme al proponer que lo que ocurría no era la muerte de la esperanza sino un cambio en la naturaleza de esta. Vi seis ojos serios, los sentí inquisitivos y suplicantes. En mi cabeza dije que no, que ya no había futuro, pero de mi boca emergió un tal vez. Intenté explicarles con una escena de los Avengers, la conversación entre Tony Stark y Loki: “Puede que no salvemos a la Tierra, pero les juro que la vengaremos”. No lo dije. No fue cobardía sino compasión: en mi texto dejé muy claro que ellos eran los responsables de que nuestra generación y las siguientes ya no tuvieran esperanza alguna; de modo que, si de alguien tendríamos que vengarnos, sería de las generaciones anteriores, de ellos.
Dije que la nueva esperanza podía consistir en sobrevivir a la trampa en que se ha convertido el mundo, pero que a veces no nos queda ni eso. No mencioné venganza alguna.
Todas las generaciones han sido parricidas: cada una se venga de la anterior de alguna forma, aunque la retome: construye un mausoleo para honrar y escupirle. No sé si nosotros haremos lo mismo. Seguramente sí.
Nos dejaron en Satania, el final de la tierra, el “no hay más allá”. Sólo nos queda dar media vuelta y…



30/10/15

Farewell by Kamelot (ft. El Conde)


Hello, darkness, my our old friend, I’ve We’ve come to talk with you again
The Sounds of Silence

If this everchanging world in which we’re living makes you give in and cry
Live and Let Die

In memoriam E.C.

Apenas ayer nos encontrábamos entre asustados y divertidos con la imagen de un cadáver desollado, ¿recuerdas?
Cada año, sin ponernos de acuerdo, lanzábamos las mismas piedras a los mismos blancos. Los dos, desde puntos muy distantes, nos observábamos de orilla a orilla. Lo admito. A veces te veía como un espejo mío, quizá la ropa y la música, quizá esa mirada de túnel que promete algo más allá al final. Me parecías el reflejo de lo que yo habría sido si hubiese tenido la oportunidad (si me hubieran crecido los cojones un poquito antes).
Ahora despierto con una llamada telefónica, la voz me dice que tú serás la siguiente imagen que rondará en los muros de esa ciudad; todos tratarán de buscarte a fuerza de memoria y fotografías, aunque saben bien dónde estás: tu tumba, afortunadamente, tiene nombre.
No sé por qué me afecta tanto si ni siquiera éramos tan cercanos. Pero había algo de complicidad, cierta camaradería en esos breves gestos que eran como golpecitos en la espalda.
Me pesa por ella, te quería un chingo. No sé cómo lo esté tomando ahorita, pero seguramente nada bien. Si la conozco lo suficiente, sé que ella no enunciaría palabras, diría que no lo vio venir y que sí, le pesa, pero hasta ahí (aunque por dentro ande mal, por un asidero a la tierra que se pierde).
Nunca sufrí la muerte de un amigo (es decir, cambio de amistades con frecuencia y, en todo caso, los que restan, siguen vivos). Pero a ella le ha tocado más difícil esta perra vida. Imagino que, en parte, a ti también (uno no escoge este camino de a gratis, ¿verdad?).
Algo me dice que tú también la querías bastante, a ella y a todos los que justo ahora padecen tu descanso.
Podría ponerme chairo y decir que hora afinarás tu guitarra con los Ramones, con Cobain, con Hendrix; que tocarás tus rolas con esos artistas malditos y muertos, reglorificados en el canon cultural; que ahora aprenderás de Mozart y que juntos se burlarán de la sordera de Beethoven. Pero no, ese no es mi estilo (ni el de ella).
Podría ponerme de humorista negro y decir que si tus amigos en verdad te aprecian, buscarían las esferas del dragón o se arriesgarían a la transmutación humana. Pero no, quizá para ellos es muy pronto todavía.
Sería genial que hubiera Wi-Fi del otro lado. Deberías venir de visita algún día.

Ahora que lo pienso, quizá te fuiste en el momento adecuado. Perfect timing, you know? Quizá te largaste justo antes de que empezara todo y te salvaste sin querer (sin deberla ni temerla) porque de algo estoy seguro: la de malas nos habría tocado. Apenas inicia el declive y el concierto fue una pifia (además, hacen encore los desgraciados). Es el festival infinito de las mierdas danzantes; la parodia de un proyecto caótico y extraño que nos auguraba la destrucción bendita de la civilización (Apocalipsis2.0 en formato .exe y .dmg).
Sí pero no. Te salvaste, pero abandonaste muy temprano la fiesta. Lo peor/mejor estaba por venir. El destino te cambió los carriles de forma imprudente (como microbusero) y te saliste del camino.
Quizá la eternidad te siente bien. Ese eterno vacío donde tu silueta asciende, ya te tocarán puras upgrades si no te mandan a la papelera de reciclaje o a esos archivos olvidados en carpetas “organizadas” e infinitas.
Tu cosmos arde. Te fundiste en uno con el universo. Ahora también sos parte de la fuerza.
Nos veremos en el infierno, che, apartame un lugar.

11/9/15

Zex



Primero, un caso de priapismo con eyaculaciones cada diez minutos sin que el miembro volviera a su flacidez. En el hospital, nadie se explicaba el síntoma. Después, al otro lado del mundo, una mujer casi fallece por múltiples orgasmos consecutivos. Posteriormente, un incremento exponencial de casos.
Psiquiátras y psicólogos reconocidos descartaron trastornos comunes y parafilias raras. Los religiosos tuvieron que callarse cuando sus predicadores y monjas presentaron las molestias; incluso los miembros más puritanos del mundo se encerraron para ahogar los gemidos de placer o la prominente y dolorosa erección.
Los sexos encendidos e insaciables desataron una violencia atroz. En medio de pujidos, alaridos, esperma y fluidos de distintas composiciones, las personas se destrozaban entre sí y a sí mismas. En arrebatos de lujuria, las mordidas no se limitaban sólo a marcar la piel sino a arrancarla; apareció una enfermedad que los especialistas denominaron “la avaricia erotizante” que provocaba orgasmos con por el simple contacto con el papel moneda y se incrementaron las noticias de grupos de personas que se arrancaban los ojos mientras tenían sexo rudo en plena calle.
Un exdirector de películas porno amateur (desde sexo convencional hasta orgías sadiconecrocoprozoofílicas) ofreció una conferencia para intentar explicar lo que sucedía, pero a la mitad del discurso no pudo contenerse y se unió al bacanal que había iniciado un miembro de la audiencia.

17/8/15

Soy pésimo jugando Megaman


Soy pésimo jugando Megaman
No puedo evitar caer
una
y otra
y otra
y otra vez
Nunca aprendí a usar un blaster
mucho menos a manipular un robot
Soy pésimo jugando Megaman
y soy un poco malo jugando Mario Bros.
Soy incapaz de salvar una princesa
mucho menos podría salvar un mundo
Por eso me exiliaron del reino 

Aunque Zelda no se me da tan mal
pero sé que ese no soy yo
O en todo caso sí lo soy
pero interviene alguien del pasado
o del futuro
(en esa cronología es casi lo mismo)
soy y no soy el héroe del tiempo
porque me eligieron unos sabios
y porque puedo retroceder para que la luna no descienda
Pero no lo soy
porque no lo escogí
(me escogieron
y al último
como siempre)

Nuca conseguí todas las máscaras
ni encontré las arañas doradas
al menos no por mi cuenta
siempre tuve ayuda
de un amigo
de un primo
de una revista

Muchos de los mayores secretos en la infancia
se podían encontrar después del Game Over
con un Password anotado en el cuaderno
para regresar al mismo nivel
Muchos de los secretos en la infancia
se encontraban en revistas
La vida debería también tener sus passwords y sus glitches
al fin que bugs le sobran

Quizá después del Game Over definitivo
venga la enseñanza final
junto con el arrepentimiento
de no haber agarrado esa vida extra
o tal vez alguien amablemente nos presioné el Retry
mas el respawn siempre es en otra parte
en el último checkpoint
(y uno tiene la obligada suerte de jamás haber guardado la partida)

A veces el truco consistía
en un golpe ligero al cartucho
“tilt”
imagen borrosa y ¡puf!
Lástima que eso no funcione siempre acá
uno golpea espejos, cristales y rostros
y ¡puf!
un ruido seco
antes de la revelación de que nada ha cambiado
salvo unas gotas de sangre en los nudillos.

Los héroes son los únicos idiotas que se manchan el traje
(aunque lo hagan por un buen motivo)
Nosotros lo sudamos diario
y Bowser nos incendia
el Dr. Willy nos derrota
 y Gannon se queda con la princesa
(o la princesa escoge a Gannon, también pasa).

31/7/15

No soy una entrada de blog, soy una nota suelta



Teoría del caos. Si algo aprendí con Cortázar es que Dios sí juega a los dados, pero pocas veces pierde (o eso quiere hacernos creer: por eso inventó al Diablo, para culpar a alguien cuando necesita un número alto y obtiene snake eyes). Es comprensible, a pocas personas (y ficciones) les gusta admitir sus errores.
Naca como un encuentro fortuito para recordar en qué casilla vas y de qué lado metes gol. Me bastó ver unas ojeras sonrientes y una charla-amenaza para saber (recordar) que no estoy donde debiera sino donde necesito. La moraleja es la misma cancioncita con la voz de Yager, la archisabida frase con la que inició Dr. House: “You can’t always get what you want”. Lo bueno es que, al menos ahora si obtengo lo que preciso.
Para salir del Déjà Vu perpetuo basta que una cabra te impacte los ojos contra la cara.
Autoevaluación exprés.
El azar no perdona. Tampoco es justo. Sólo es.
Uno debe jugar la mano que le toca, más si ya se fue a mulligan a cinco.
Interstellar se quedó corto: no es el amor sino la nostalgia lo único capaz de atravesar dimensiones. Elizondo lo probó con Farabeuf: no sólo el cuerpo debe cercenarse en mil pedazos, también la memoria. Todo debe reducirse a unos y ceros para disfrutar doloridamente que cambiar un dígito trastorna todo el universo.
Quizás debí doblar en otra esquina para encontrar mi muerte o debí quedarme en la silla porque era seguro que esa mina había de volver. Tal vez no debí abordar ese bus o sí tenía que subir a ese colectivo que me deja en la acera con su rugido de smog.
Ni idea.
Pero no. No es abandonarse (ablandarse) a un hado imbécil. Lo sé porque he resistido y fallado, pero supe encajar (algunas de) esas derrotas: una pata de conejo bajo los postes; aunque, sigo sin entender por qué siempre robo tierra en momentos decisivos.
C’est la vie.
No lo acepto del todo porque la aceptación también es una forma de resignarse, pero es imposible jugar sin mano: ni dios juega a los milagros, además no es mi estilo.
La casualidad es un instinto pero no un recurso renovable: pasa, se va y tal vez no regresa nunca: la colilla del cigarro cae siempre en el recuadro tres pero no cae exactamente en el mismo punto y los únicos que mueren como perros son los incautos que ni se enteran de lo sucedido.
Porque me quejo y no, corazón coraza. Rencor ronquido ahogado bajo la almohada que amanece húmeda y triste todas las mañanas y todos los insomnios.