25/11/18

Sin perdón, pero el olvido

Publicado originalmente en Marabunta, el 8 de noviembre de 2018, disponible en http://www.revistamarabunta.com/2018/11/08/sin-perdon-pero-el-olvido/ [consulta: noviembre 2018]

El pasado es arcilla que el presente labra a su antojo. Interminablemente
–Jorge Luis Borges

I
No hay pretexto: es obligatorio recordar. Se debe recordar los eventos importantes en la vida personal y colectiva, porque ello conforma nuestra identidad (directa e indirectamente). Aunque uno no lo quiera, el mundo también nos determina, pero no se vale siempre recurrir a la frase fácil: “Soy víctima de mis circunstancias”.

II
La importancia de la memoria puede verse desde muchas perspectivas, Elizondo, en Farabeuf insiste tercamente en que debemos recordar el preciso momento y hacer un inventario minucioso de los detalles que componen ese minúsculo instante, en el que eros y tánatos se funden para culminar en la propia muerte. Pues el ser humano es escencialmente un ser histórico, de allí que necesite de datos concretos, acontecimientos y (¿por qué no?) predestinaciones para expresar quién es. Sin embargo, Pacheco, al final de Las batallas en el desierto, nos advierte que la memoria nos traiciona (Carlos visita nuevamente el edificio donde vivía Mariana y alguien le asegura que allí jamás ha vivido alguien con ese nombre). A final de cuentas, la historia que nos contamos a nosotros mismos sobre quiénes somos y de dónde venimos, también es una ficción, un minirelato fundacional que nos justifica la persistencia en la tierra, de otra forma sólo nos quedaría el suicidio como única alternativa. Irónicamente, al tratar de anclar mejor todos los sucesos, embelleciéndolos un poco para que el relato no carezca de atractivo, estos se trastocan y se diluyen hasta ser completamente otros.

III
Hay una lista de Spotify llamada “Himnos de resistencia latinoamericana”, que contiene varias canciones sobre la masacre del 2 de octubre en Tlatelolco, Amazon produjo una serie llamada Un extraño enemigo y aborda el mismo tema (no la he visto, pero el video promocional promete hacer señalamientos claros sobre los responsables) y desde 1989 la película Rojo amanecer hizo alusión a ese crimen de Estado. La sublimación de la tragedia sirve como memoria sensitiva de los acontecimientos, igual de útil que la memoria documentada, pero –desde mi perspectiva– más útil, porque se recuerda desde la catarsis, lo cual queda más marcado que el simple dato duro en la memoria.
Sin embargo, como advierte Baudrillard en La ilusión del fin, la viralización de los acontecimientos puede proyectarlos fuera de la historia y anular su trascendencia; particularmente, en un mundo que considera al arte como mero objeto ornamental, los sucesos, que pretenden inmortalizarse así, terminan encontrando una entrada al olvido masivo, quedan sepultados bajo una montaña de likes, reacciones y otro montón de situaciones urgentes y hashtags.
No quiero decir que las redes sociales sean el principal problema, al contrario, me parece que han servido para solventar otras carencias de comunicación y de organización social que antes se desatendían; sólo menciono el riesgo que corre cualquier suceso histórico en la actualidad: perecer antes de realizarse.

V
Hay una fascinación extraña por los ciclos. A posta o sin querer, los eventos terminan repitiéndose en algún momento. Quizá no se repitan exactamente, eso parece imposible, pero ocurren casi idénticos, más similares que a sí mismos, y despiertan fantasmas que rondan todo, menos su propia tumba. Recién había pasado el sismo del 19 de septiembre de 2018 y el recuerdo de 1985 inundó las redes sociales con fotografías que parecen calcas. Lo mismo ocurrió el 3 de septiembre, cuando porros atacaron a estudiantes del CCH enfrente de la rectoría de la UNAM y se repitió la imagen de un delincuente blandiendo un palo en actitud amenazante; como si el espectro del 68 pisara CU nuevamente.
Fácilmente se puede recurrir a ese lugar común (que jamás ha perdido el grado de sentencia): “Un pueblo que desconoce su historia, está condenado a repetirla”. Sí y no. No se trata sólo de conocer la historia (porque uno puede saberse de memoria las fechas y los nombres sin entender un carajo), sino que a veces el mundo está configurado precisamente para que no haya otra salida.
Durante las marchas y las protestas por el ataque de los porros a estudiantes en Rectoría, se publicaron varías infografías y minicápsulas que trataban de explicar qué es un “porro” y el ciclo de marginación en el que debe de encontrarse para convertirse en eso. Amén de la deshumanización que se hace con cada delincuente y de las posturas altamente clasistas reflejadas en esos (quiero pensar) bien intencionados textos, me interesa más ese otro ciclo de cúpula intocable que tiene Ciudad Universitaria.
Desde que uno atraviesa cualquiera de las puertas que separan a CU del resto de la CDMX, el aire es distinto, la mayoría de los conductores ceden el paso a los peatones e incluso manejan con más precaución, Las Islas son un lugar de recreación y parece que todo el tiempo se discute algo trascendental en las aulas, en las conversaciones casuales que uno llega a escuchar de pasada. La verdad, nos gusta nutrir ese aire de superioridad intelectual que forma parte del mito de ser universitario.
Pero se nos olvida algo: CU también es México. Recuerdo bien el video en el que levantan a Sandino Bucio (eso no fue un arresto, como debio hacerse, sino un “levantón”), el feminicidio de Lesvy cerca del Instituto de Ingeniería, los constantes asaltos debajo del puente que conecta a Las Islas con el Estadio Olímpico e incluso el robo de vehículos de los estacionamientos y la ceguera y huevonería de los vigilantes que sólo están allí para estorbar o para babosear a las compañeras.
Lo que más me recordó esa fotografía, tan similar a la del 68, del porro con el palo entre las manos, fue que hace cincuenta años, a la máxima casa de estudios, militares mexicanos entraron con tanques.

VII
Alguna vez, la persona más pesimista que conozco me soltó que hablar conmigo o leerme le deprimía. En otra ocasión, un profesor me dijo que soy el tipo de persona que ve un librero y, en vez de alegrarse por todos los libros que tiene, únicamente ve las colecciones incompletas y los espacios vacíos. En mi trabajo, a veces me siento como Casandra. No importa. Sin pesimistas, todos flotarían en el vacío.

24/10/18

Flashpoint. I'm (not) a hero pt. 5.




Nunca he sido tan veloz como quisiera
Jamás he ganado una carrera de atletismo
aunque lo intenté hace muchos años.
Todos me decían que tengo la complexión
y la altura necesaria
pero me falta la fuerza en las piernas.
Siempre me encuentro en una carrera interminable
en la que no tengo oportunidad alguna
persigo a la sombra de mi sombra
y mi mejor chance es hacerle no ganar
para reiniciar el mundo y evitar la catástrofe
Pero me falta la fuerza en las piernas.
Nunca he sido tan veloz como quisiera
ni siquiera ahora que es indispensable
No tengo de dónde sacar un esfuerzo extra
y tal vez ni quiero
Dejo que la sombra de mi sombra huya ligera
Me quedo parado a la mitad
entre el reboot y el apocalipsis
en la hebra orzuelada del loop
Aguardo mi destino de pie
quiero al menos recibirlo con un poco de honor
pero me falta la fuerza en las piernas.

23/9/18

Tiempo transcurrido


Broken Clock by ifsantang disponible en https://www.deviantart.com/ifsantag/art/Broken-Clock-326434806

Soy menos persona de lo que imaginé hace diez años
Apenas soy la huella de mi sombra
No me reconozco ni en mi cuerpo ni en mi casa
Afortunadamente aún no soy lo que juré erradicar
Pero día a día me acerco peligrosamente a ello
Estoy a pocos instantes de la fuga y su derrota
Sucumbo lentamente a la tentación del vacío
Resisto más por costumbre que por agallas
Últimamente todo es costumbre
Cada vez todo más hastío
Si hace quince años me hubieran advertido
que me convertiría en el reflejo exacto de mi padre
con una sonrisa los habría mandado a la chingada
Los oráculos me escupen la cara
escupen verdades como maldiciones
profecías como venganzas
No quieren advertirme de nada
sólo le dan un toque irónico al asunto
Un socarrón “te lo dije”

7/8/18

(Re)capitulación


Tengo el alma llena de difuntos
Pero no de los que uno entierra
sino de esos otros
//homúnculos idiotas//
que uno resucita aunque no quieran

Soy una bestia de pretéritos,
un salvaje de la memoria.
Isla marchita en el centro de la ciénaga
Promesa que se sabe rota apenas se formula

Debías tener otro nombre
                                          cumplir otro destino
                      lejos
                                             siempre lejos

Supongo que aún así te portaste con decencia
Los dos jugamos a lo mismo
con muñecos rotos
       trompos sin punta
       carritos sin ruedas
 

Jamás supimos qué nos retenía
Qué extraña gravedad nos ata(ca)ba
¿El amor? ¿Esa palabra tan rota?
¿El sexo de animal herido?
¿Una terquedad enfurecida?

Ahora (lo sé) no importa

30/6/18

El amarillo

[Publicado originalmente en Marabunta, el 10 de junio de 2018 en http://www.revistamarabunta.com/2018/06/10/el-amarillo/ [consultado el 30 de junio de 2018]

Puedes preguntarle a cualquier chico de la cuadra, nadie se mete con el Amarillo. Ese tipo está zafado, completamente ajeno a ti o a mí; no dice absolutamente nada, no titubea, sólo se mueve rápido como un rayo y ¡pum! te tumba, directito al suelo o al hospital o a la morgue, depende de qué tan bravo esté ese día o de qué le hayas hecho. Acá ya se ha echado, al menos, a cuatro; todos indigentes, drogadictos que quisieron bajarle unas monedas.

¿El Amarillo? Sí, lo conozco, ¡quién no! El hijo de la chingada es un cabrón en serio. Eso sí, respeta a los vecinos, ¡faltaba más! Nunca se ha metido con nadie de acá, no es que el muchacho busque problemas, pero sabe defenderse (como todos, pues).

Una vez, el Amarillo bajó a un asaltante de un camión. Dice que se levantó de su asiento, lo topó de frente, le quitó la pistola y lo bajó de la micro a punta de cachazos. Ahora, siempre carga la fusca a todos lados por si las dudas. La vecindad lo ve como una especie de héroe, pero a mí me da miedo. La otra vez cachó a su hermanita escondida con un compañero de la escuela, atrás de las bombas, seguro se estaban dando sus arrumacos. El tipo, todo tranquilo agarró al chavito del pescuezo y lo sacó de allí. El morro intentó decir algo para defenderse, aclarar que sí quería a la Rosita, pero el Amarillo lo calló al momento. Sacó la pistola, cortó cartucho y apuntó al chamaco. El pobre Santiago hasta se orinó de miedo, desde entonces le decimos el Chistorra.

No me gustaría vivir en el mismo edificio que ese chaval, ni siquiera en la misma vecindad, ¿sabes? Es un escuincle, pero es de cuidado. Lo puedes ver en los ojos. Tiene ojos malos, con una furia escondida detrás de esa indiferencia. Son túneles cuya única luz al final es la de una explosión y ¡aguas! porque ese fuego sí te alcanza. Yo no sé a qué se dedica, pero siempre trae cosas bonitas, ¿entiendes? Se ve que va de aquí para allá, peinado, bañado y arregladito, pero no lo ves de traje, no lo ves salir temprano, ni regresar tarde. Siempre se ve con la misma pinche cara de maldito. ¿Usted qué hace buscando a ese señor? Mejor no se meta en problemas, ¿sí?

¡Ni me menciones a ese hijo de puta! El pendejo se piensa que puede venir a chingar la madre cada que quiere, pero está muy equivocado. Un día de estos lo van a bajar, igualito que él hace con los nuestros. Se la está buscando y la va a encontrar.

El Amarillo. Lo odio.

25/5/18

A veces


A veces en gustaría ser menos listo
¿sabés?
No darme cuenta de lo que pasa
ni preguntar por qué diablos ocurrió
Tal vez
si fuera menos listo
cometería menos errores
me involucraría menos

Quizá eso querés,
Alguien que se involucre menos
de una forma diferente
Que no ande chingando la madre cada dos por tres
Que no se ponga triste
Que no tema perderte

Quizá querés que uno no se de cuenta
Pero me doy cuenta
Y no soy de los que ignoran
ni de los que huyen

Quizá necesitás alguien que te ame de otra forma
Que no sacrifique todo
Con menos demonios y defectos

Quizá
Simplemente pasa
Que necesitás que no sea yo

Y dirás que no
Que hablo pendejadas
Aunque bien sabés que es verdad

27/4/18

Entrevista de trabajo


Llena la solicitud. El perfil preciso no es relevante, sólo importa cuán capaz es de poder variarse en un mismo entorno, de encajar en la zona asignada, de estar completamente seguro de la logística para la movilidad del cuerpo junto con todos aquellos armatostes que deban ser trasladados. Sin embargo, si llegas a contrariar el platonismo lacónico del arquetipo solicitado posiblemente termines en las calderas como leña –de ser así tu familia recibirá tu sueldo, incluso aquella paga vacacional, hasta que piel, cabello, órganos y huesos no sean más que energía, humo, cenizas y recuerdos– pero aún es pronto para concientizar acerca del tema: no error, no hoguera, ¿entiendes?
¿Qué pasa? Veo temor en tus pupilas. ¡No tiembles! Yo no me encargo de corregir los desperfectos, sólo recluto personal, informo a los interesados de las políticas de trabajo, firmo algunos documentos, puro papeleo. ¿Qué ves? ¡Oh! ¡El látigo! No te preocupes. Es mero fetiche coleccionista: vale millones acá arriba. Sí, es ese mismo látigo que piensas. No tengas miedo. No somos tan primitivos. No lastimamos inocentes. Se han empezado a mover las cadenas de tu silla. Será mejor que calmes tu ritmo cardiaco, esa cosa es como un animal, percibe las emociones que destrozan tus nervios; las deglute como bocadillo, luego te despoja de todo recuerdo y, nuevamente, sólo quedan piel, cabello, órganos y huesos, que van a parar al fuego para quedar reducidos en... bueno, ya sabes –por cierto, no hay paga si no has firmado el contrato; por el color de tu cara, además del ligero goteo de tu sangre sobre el suelo debido a la contracción de los eslabones, te recomendaría que, aunque fuese con la boca, hagas algún garabato sobre el papel; eso o calmarte– .

Bien, comienzas hoy mismo, si la silla te suelta. Por cierto, te recomendaría apresurarte, porque al jefe no le gustan los holgazanes ni los pretextos, por eso él mismo aplica los correctivos, da las pláticas motivacionales, todas aquellas pantomimas útiles para mantenerlos trabajando felices.