4/3/13

El letargo no termina. Sobre “¡Despierta ya!” de Jaime Velasco Estrada

Escritor joven al frente, sabrá dios si ha encarado a un público exigente. Al menos, en este salón, todos lo cobijaremos. Somos el nivel tutorial para escritores novatos; ninguno lanzará un ataque contundente aunque tenga al imbécil a modo para un one-hit ko.
Nos formaremos al final para que el muchacho arroje sus primeras firmas estelares. Un ave aprendiendo a volar en un ambiente controlado. Los escritores-estudiantesdeletras son una especie en extinción (eso dicen), por lo que debemos cuidarlos, colocarlos en zoológicos de grafistas raros; especialmente si su origen es muy originario, si pertenece a esa “raza” que a principios del xx el águila imperial quiso aniquilar: prueba viviente de la integración cultural del salvaje a la civilización progresista (con esto no quiero implicar que los jóvenes pertenecientes comunidades de etnias mexicanas no deban publicar en instituciones universitarias; sino marcar el carácter discriminatorio que este tipo de programas plantea: pseudo-oportunidades monetarias en forma de becas para un número escasísimo de estudiantes de esas poblaciones para solapar daños a derechos humanos, despojo de tierras, años de discriminación; y no sólo eso, sino que el nombre mismo de los programas deviene también en una marca que segrega).
Nivel cero de crítica: un escritor debiera leer esta situación: si un público (supuestamente) especializado pregunta sobre la vida personal, sobre los cómos y los qué de la inspiración (preguntas legos), seguramente lo hace porque el libro francamente le valió madres (eso, o el público es realmente idiota).
Libro sin estructura pensada que “juega” con todo es el inicio del kitch; particularmente, si la (auto)crítica le vale verga. Hablar de consciencia de escritor y responder todas las preguntas con un “no sé” inicial devela nerviosismo o la simple falta de planeación del conjunto. No se “juega” ni se “rompe” algo que no se conoce (una tradición, los recursos, el contenido, etcétera).
Un libro que gana un premio, pero que no fue pensado, cuya estructura proviene de un azar (puramente azar, no como recurso sino como salvavidas), consiste en simple suerte (amén del archisabido asunto de los concursos en Siglo xxi); un experimento mortal de final afortunado, nada más.