Desde que me enteré que Mägo se
presentaría con el material completo de Finisterra, no dude en adquirir los
boletos. Tras saber que el concierto consistía en presentar el material
regrabado del disco, la emoción aumentó; aún no había escuchado la reedición de
las canciones, decidí esperar a escuchar el material en vivo antes de comprar
el disco, pero Mägo es Mägo.
Indagué
un poco en internet tras el concierto: el disco tuvo muchísimas colaboraciones;
algunos amigos me dijeron que el disco no valía a pena, que había perdido
punch. Recordé lo que escuché una vez sobre la versión de Alice in Wonderland de Tim Burton: yo la había odiado a muerte; una
maestra soltó muy atinadamente en la clase (y quizá un poco fangirlmente por
Tim y Depp): si vieron la película esperando encontrarse con la misma versión de Alicia, jamás verán
bien qué pasa en la visión de Burton. Aunque adapté mi relectura a la peli,
siguió sin gustarme.
Intenté
hacer lo mismo con el álbum de Mägo. Debo admitirlo, en vivo me fascinó: más
veloz, algunas canciones más pesadas, un poco menos folk y más tecnológico. El
mismo día del concierto había tenido mi examen profesional, por lo que estaba
viciado de posmodernidad, visiones apocalípticas y un pesimismo brutal.
Todo
coincidió. El Prólogo cargado de característica misantropía (bien ganada) y el
estallido de Satania, con unos tintes de Power Metal, cayeron como anillo al
dedo. Ahora sí, ese desprecio por la forma en que la tecnología esclaviza y
modifica al ser humano tenía un poco más de sentido. Recuerdo la primera
versión de esa canción. Pesada y veloz: heavy; pero le faltaba algo, la melodía
no encajaba del todo con el tono, no transportaba en realidad a ese mundo
tecnológico del que habla. La nueva versión sí lo hace. El umbral que se
atraviesa con esta versión sí parece cargada de elementos electrónicos
descompuestos y rotos: atmósfera steampunk que se mantiene en todo el disco.
Más
allá de la estética y de los motivos emotivos que tiene Txus para rehacer el disco,
cabe decir que ese álbum (justo ese) queda perfecto en la actualidad.
Finisterra se adelantó quince años al mundo: el fin de los noventa fue la época
donde inició la revolución tecnológica, quince años después se recienten los
efectos; quince años después Finisterra tiene otra lectura, evidentemente, más
certera (quizá) y más dolorosa: la aldea global es Satania, donde nadie quiere
entender la bondad de la diferencia (yihad, machismo, homofobia, racismo y el
neo-nazismo de lo políticamente correcto –gracias South Park por dejar un poco
más claro qué pasaba con eso– ).
Así como
Bolaño lo relata en Amuleto, los
habitantes de Satania resisten con fiestas y danzas alrededor del fuego: el
canto es nuestro amuleto. Sin embargo, el final del disco es claro: es el fin
del camino. Detrás de toda gran esperanza siempre hay un terror profundo al
fracaso certero: La Cantata del Diablo apela a la venganza, Atlantia decreta el
final de la civilización y Finisterra nos avisa que de aquí no pasaremos.
Detrás
de la Super Polla en el concierto, de los brazos enlazados en un frenesí, de la
masa empujándose amablemente de un lado a otro, aparecía la última frase de mi
tesis: “la esperanza ha muerto”. Quizá por eso vi a más de una decena llorar
durante “Es hora de marchar” en el concierto. Durante mi examen me preguntaron
si en verdad se había perdido toda posibilidad de futuro: tres veces dije sí.
Después intentaron persuadirme al proponer que lo que ocurría no era la muerte
de la esperanza sino un cambio en la naturaleza de esta. Vi seis ojos serios,
los sentí inquisitivos y suplicantes. En mi cabeza dije que no, que ya no había
futuro, pero de mi boca emergió un tal vez. Intenté explicarles con una escena
de los Avengers, la conversación entre
Tony Stark y Loki: “Puede que no salvemos a la Tierra, pero les juro que la
vengaremos”. No lo dije. No fue cobardía sino compasión: en mi texto dejé muy
claro que ellos eran los responsables
de que nuestra generación y las siguientes ya no tuvieran esperanza alguna; de
modo que, si de alguien tendríamos que vengarnos, sería de las generaciones
anteriores, de ellos.
Dije
que la nueva esperanza podía consistir en sobrevivir a la trampa en que se ha
convertido el mundo, pero que a veces no nos queda ni eso. No mencioné venganza
alguna.
Todas
las generaciones han sido parricidas: cada una se venga de la anterior de
alguna forma, aunque la retome: construye un mausoleo para honrar y escupirle.
No sé si nosotros haremos lo mismo. Seguramente sí.
Nos
dejaron en Satania, el final de la tierra, el “no hay más allá”. Sólo nos queda
dar media vuelta y…
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