Uno de los temas que retoma La maravillosa vida breve de Óscar Wao es la identidad. Se advierte en el epígrafe de Walcott "tengo algo de holandés, negro e inglés/así que o no soy nadie, o soy una nación". Óscar, durante la primera parte de su vida ("El nerd del ghetto en el fin del mundo (1974-1987)") pasa una gran crisis debido a las características que le adjudican por su simple nacionalidad: dominicano. El niño tenía claro su rol como insignia nacional, incluso tuvo dos novias al mismo tiempo (caricaturesco Don Juan infantil), bailaba "el perrito", tenía la sangre ardiente revolucionando sus venas. Después de eso, todo cambia. Sube de peso, se vuelve ese nerd del ghetto con visiones apocalípticas donde él resulta Héroe Humano (cliché de cómic futurista); es decir, deja de ser "dominicano". Ya no puede tomarse a Óscar como digno representante de su nación; incluso por un momento trata de aferrarse a ese pasado "Tú no eres dominicano. Y él contestaba, una y otra vez. Claro que sí lo soy. Soy dominicano. Dominicano soy"; pero el mundo que lo ve se lo impide ya; pues no cumple con el horizonte de espectativa.
Así como Óscar, todo el continente sufre por esa pérdida de Maritza y todo el continente sube de peso, se aisla y se aferra a una identidad evocada por otros, impuesta por otros, pues la visión sobre los latinoamericanos ––así denominados todos aquellos habitantes del continente americano que no pertenecen a la norteamérica muy del norte: Estados Unidos y Canadá–– los mantiene en el estereotipo del sujeto como potencia sexual materializada, piel morena, religiosidad sincrética, música salsa (ahora parece más impuesto el reggaetón[1]), etcétera; no son todos los rasgos que definen el estereotipo o prototipo del latino, pero dan una clara muestra de dicho exotismo, alimentado (en mayor medida durante el siglo XX) por nosotros mismos[2]. Para ello basta observar frases como "es que es México", "es que es latino", "es que soy tepiteño", "es que es de Iztapalacra". Con ese "es que es..." se subdivide el mundo, planteado en teoría de conjuntos: está el conjunto universo que contiene a los subconjuntos "Mundo Normal" y "México"[3]; éstos nunca se intersectan en ningún punto, pertenecen a un mismo sistema, pero su composición interna difiere al grado de parecer otro planeta. En cierta medida, parece adecuado. La identidad es importante para definir qué se es, cómo se es, para qué se es. Sustenta la existencia y la vida.
Sin embargo, un mundo, cuya expansión constante obliga al individuo tener esas cuestiones completamente claras, a latinoamérica le pesa enormemente porque se explica a sí misma (como ya se mencionó) con una hipérbole de lo que terceros dicen de ella; además, el territorio "físico" está poblado de entes (a veces, personas) no tan arraigadas, personas que buscan "más allá de [la] familia, más allá del español" y que no se sienten identificados ya con su país de origen[4]; cerebros y vísceras en busca de fugarse lejos.
Pero no sólo la frontera territorial se difumina en la sociedad globalizada, sino que también el individuo debe forjarse como único; también debe romper el límite temporal: rebelarse contra el pasado, la ruptura con los padres, los abuelos, la familia que precede. La hermana de Óscar lo demuestra. Nosotros mismos nos vemos en esa mujer: metaleros hispanos, punks defeños, rockeros latinos; con estos ejemplos basta para mostrar el quiebre. Tres "modas" (ideologías, en realidad) que saben tan ajenas al "lado de Acá" que incluso se ven raro en la actualidad[5]. Pasar por el tianguis del Chopo o meterse al bazar artesanal de Coyoacán muestra pequeños satélites de contracultura atascados de generaciones rebeladas contra los paradigmas parentales, políticos, sociales, etcétera (que ahora parecen más pretexto que motivo); contraculturas que de a poco se tornan también en ese país que un día perderá sus fronteras también.
Esas taxonomías sólo para explicarnos a nosotros mismos y poder proyectarnos con el temor de no diferenciarse reducido; pero la sociedad cosmopolita parece disolverlo todo, volverlo una sola masa, ese parece ser el precio de la sociedad global: no límites ni para identificarse[6].
__________________________
[1]Para desgracia nuestra. Personalmente me gustaba más cuando era la salsa el himno continental.
[2]Asumir que el realismo mágico de García Márquez no resulta una invención sino una realidad inmediata, que los paseos azarosos y coincidentes de Oliveira por París (que esas cosas extravagantemente exqusitas, como el pito de una locomotora que hace un contrapunto con una sinfonía que escucha del tocadiscos) ocurren por el simple hecho de que él es un argentino, un latinoamericano como nosotros. Esos gestos de identificación, aún en la crítica más asérrima del sistema (i)lógico en América Latina develan esa necesidad de asumir el molde que los ojos externos han puesto.
[3]Nombre, en realidad, intercambiable por cualquier otro que encaje en la expresión "es que es..."
[4]Una vez leí en Rumor de todas partes un poemario colectivo editado por La Orquídea Errante el siguiente verso (que parafraseo) "mi única patria es tu piel". Se prefiere al ser amado para adquirir una identidad; ya no al país, a la tierra, al nombre, al símbolo patriota; sino, a otro humano, a uno que se ame en específico: la frontera material desapareció y se erigió una nueva, más cerca del yo y más lejos del nosotros.
[5]Unos ejemplos gráficos: la estación del metro Guerrero un día veintiocho de cualquier mes, cualquier sábado en las estaciones Buenavista del Metro y Metrobús. [Nota extra: Los sábados se pone un tianguis: El Chopo en la estación Buenavista. Los días 28 de cada mes los fieles a San Judas Tadeo (en su mayoría chakas o reggaetoneros) van a una iglesia situada afuera del metro Hidalgo].
[6]Otro tanto podría decirse del internet y de los múltiples perfiles que uno se crea en redes sociales, los (video)juegos rpg que uno prefiere y demás para construir la identidad que se proyecta al mundo. La identidad si bien es tema de antaño, no es uno resuelto; aún está vigente porque es necesaria para transitar el mundo.
Así como Óscar, todo el continente sufre por esa pérdida de Maritza y todo el continente sube de peso, se aisla y se aferra a una identidad evocada por otros, impuesta por otros, pues la visión sobre los latinoamericanos ––así denominados todos aquellos habitantes del continente americano que no pertenecen a la norteamérica muy del norte: Estados Unidos y Canadá–– los mantiene en el estereotipo del sujeto como potencia sexual materializada, piel morena, religiosidad sincrética, música salsa (ahora parece más impuesto el reggaetón[1]), etcétera; no son todos los rasgos que definen el estereotipo o prototipo del latino, pero dan una clara muestra de dicho exotismo, alimentado (en mayor medida durante el siglo XX) por nosotros mismos[2]. Para ello basta observar frases como "es que es México", "es que es latino", "es que soy tepiteño", "es que es de Iztapalacra". Con ese "es que es..." se subdivide el mundo, planteado en teoría de conjuntos: está el conjunto universo que contiene a los subconjuntos "Mundo Normal" y "México"[3]; éstos nunca se intersectan en ningún punto, pertenecen a un mismo sistema, pero su composición interna difiere al grado de parecer otro planeta. En cierta medida, parece adecuado. La identidad es importante para definir qué se es, cómo se es, para qué se es. Sustenta la existencia y la vida.
Sin embargo, un mundo, cuya expansión constante obliga al individuo tener esas cuestiones completamente claras, a latinoamérica le pesa enormemente porque se explica a sí misma (como ya se mencionó) con una hipérbole de lo que terceros dicen de ella; además, el territorio "físico" está poblado de entes (a veces, personas) no tan arraigadas, personas que buscan "más allá de [la] familia, más allá del español" y que no se sienten identificados ya con su país de origen[4]; cerebros y vísceras en busca de fugarse lejos.
Pero no sólo la frontera territorial se difumina en la sociedad globalizada, sino que también el individuo debe forjarse como único; también debe romper el límite temporal: rebelarse contra el pasado, la ruptura con los padres, los abuelos, la familia que precede. La hermana de Óscar lo demuestra. Nosotros mismos nos vemos en esa mujer: metaleros hispanos, punks defeños, rockeros latinos; con estos ejemplos basta para mostrar el quiebre. Tres "modas" (ideologías, en realidad) que saben tan ajenas al "lado de Acá" que incluso se ven raro en la actualidad[5]. Pasar por el tianguis del Chopo o meterse al bazar artesanal de Coyoacán muestra pequeños satélites de contracultura atascados de generaciones rebeladas contra los paradigmas parentales, políticos, sociales, etcétera (que ahora parecen más pretexto que motivo); contraculturas que de a poco se tornan también en ese país que un día perderá sus fronteras también.
Esas taxonomías sólo para explicarnos a nosotros mismos y poder proyectarnos con el temor de no diferenciarse reducido; pero la sociedad cosmopolita parece disolverlo todo, volverlo una sola masa, ese parece ser el precio de la sociedad global: no límites ni para identificarse[6].
__________________________
[1]Para desgracia nuestra. Personalmente me gustaba más cuando era la salsa el himno continental.
[2]Asumir que el realismo mágico de García Márquez no resulta una invención sino una realidad inmediata, que los paseos azarosos y coincidentes de Oliveira por París (que esas cosas extravagantemente exqusitas, como el pito de una locomotora que hace un contrapunto con una sinfonía que escucha del tocadiscos) ocurren por el simple hecho de que él es un argentino, un latinoamericano como nosotros. Esos gestos de identificación, aún en la crítica más asérrima del sistema (i)lógico en América Latina develan esa necesidad de asumir el molde que los ojos externos han puesto.
[3]Nombre, en realidad, intercambiable por cualquier otro que encaje en la expresión "es que es..."
[4]Una vez leí en Rumor de todas partes un poemario colectivo editado por La Orquídea Errante el siguiente verso (que parafraseo) "mi única patria es tu piel". Se prefiere al ser amado para adquirir una identidad; ya no al país, a la tierra, al nombre, al símbolo patriota; sino, a otro humano, a uno que se ame en específico: la frontera material desapareció y se erigió una nueva, más cerca del yo y más lejos del nosotros.
[5]Unos ejemplos gráficos: la estación del metro Guerrero un día veintiocho de cualquier mes, cualquier sábado en las estaciones Buenavista del Metro y Metrobús. [Nota extra: Los sábados se pone un tianguis: El Chopo en la estación Buenavista. Los días 28 de cada mes los fieles a San Judas Tadeo (en su mayoría chakas o reggaetoneros) van a una iglesia situada afuera del metro Hidalgo].
[6]Otro tanto podría decirse del internet y de los múltiples perfiles que uno se crea en redes sociales, los (video)juegos rpg que uno prefiere y demás para construir la identidad que se proyecta al mundo. La identidad si bien es tema de antaño, no es uno resuelto; aún está vigente porque es necesaria para transitar el mundo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Deje su huella en la casilla