12/4/12

Las diferentes muertes de Dios


La frase “muerte de Dios” reminte principalmente a Friedrich Nietzsche, al nihilismo, incluso al ateísmo. Evidentemente tiene una resonancia teológica, especialmente para las tradiciones católicas y cristianas donde Dios sacrifica a su hijo (y por lo tanto a sí mismo debido al misterio de la Santísima Trinidad) para erradicar los pecados del mundo.

Sin embargo, dicha muerte también tiene otras implicaciones menos optimistas. Dios no muere por dicha salvación, sino porque también puede perecer, dejando así en orfandad a todas sus creaturas y a todo el cosmos que forjó. Es decir que, Dios como fundamento principal de todo conocimiento, como verdad absoluta de las cosas, como única explicación funcional para el mundo cae a causa del peso que debe sostener ya que resulta demasiado y Él, insuficiente.

Este tópico fue tratado por Nerval,, por Jean Paul, por Vigny [1] y por Nietzsche. Mas, la muerte de la divinidad resulta de la evolución de un ateísmo patente en Jean-Paul. Aunque, en los cuatro autores puede verse el gesto de remover al fundamento principal para dar pauta a otro tipo de pensamiento, claramente aparecen diferentes formas de sobrellevar dicho proceso; especialmente, la ruptura entre Nietzsche y el resto debido al cambio de la perspectiva del hombre al respecto: mientras que Nerval, Vigny y Jean-Paul sólo reciben pasivamente la desaparición de la divinidad (en los primeros dos, la muerte; en el último, la inexistencia), Nietzsche hace responsables a los hombres por ello pues no refiere a una muerte sino a un asesinato.

Para ello, se analizarán dos textos referentes a Cristo en el monte de los olivos de Nerval y de Vigny, y el “Sermón de que Dios no existe” de uno de los Sueños de Jean-Paul; de modo que tras cotejar las diferencias y similitudes puedan dilucidarse las perspectivas que aparecen en los textos respecto a la “muerte de Dios”.

En primer lugar, el texto de Jean-Paul, que marcará a los otros tres pues funciona como influencia directa [2], muestra los elementos que señalan la ausencia de la divinidad: un caos cósmico:

“Busqué el sol en el cielo vacío de la noche pues creí que la luna lo habá ocultado en un eclipse" [3], aquí, el narrador parece percatarse de que algo va mal pues un elemento cotidiano falta y otro aparece, la oscuridad.

“Escuché sobre mí la palpitación de aludes y avalanchas, y debajo de mí el primer sacudimiento de un terremoto inconmesurable. La iglesia trepidaba con dos chirridos interminables que luchaban en su interior y en vano querían unirse en un acorde"[4], El terremoto y los aludes junto con los sonidos incapaces de conciliarse dentro de la iglesa indican un cataclismo.

Ahora, dentro en los diálogos dichos por Cristo dentro de la narración del sueño niegan tres veces la existencia de Dios:

[...] todos los muertos gritaron:

–¡Cristo! ¿No existe Dios?

Él respondió:

–No existe [5]

“¡Suenen estridencias y chirridos a las sombras pues él no existe!"[6]

–Jesus, ¿no tenemos padre?

Y él respondió con lágrimas torrenciales:

–Todos somos huérfanos, Yo y vosotros no tenemos padre[7]

En las tres menciones se señala que Dios no existe, un ateísmo marcado:

"Jean-Paul no escribe propiamente sobre «la muerte de Dios» sino sobre su inexistencia, es sin duda el antecedente más próximo –e incluso necesario– sin el cual sería imposible comprender la evolución de este tópico que va desde «Dios no existe» de Los sueños de Richter [y el "Cristo en el monte de los olivos" de Nerval], hasta el pasaje de "El hombre loco" de La gaya ciencia de Friedrich Nitzsche [8].

Además de la simbólica triple negación de la existencia de Dios en boca de Jesús (las mismas veces negó Pedro a Jesus); el gesto es similar al de la muerte de la divinidad: la pérdida del fundamento.

Luego, la añoranza de dicho fundamento, que ya aparece desde la última negación cuando Jesús responde con “lágrimas torrenciales”:

“Oh, padre, oh padre, ¿dónde está tu pecho para que en él yo descanse? Ay, cuando cada yo es su propio creador y padre, ¿por qué no puede ser también su propio ángel exterminador?..."[9].

Aquí, Jesús dice que extraña a su padre. Pero también ya muestra otra cosa, una postura un poco diferente a la de sólo padecer la desaparición de la divinidad: “ser su propio ángel exterminador”; el dolor de tener que ser su propio creador y padre orilla al hombre a querer ser su propio verdugo, pero ya es una leve reacción ante ello, mas una destructiva; aún así, quien se percata de la inexistencia de Dios, en este caso su propio hijo, todavía es un mero paciente de la situación.

“–Yo era feliz en ella [mi tierra], tenía mi padre infinito [...] Ay, vosotros, felicísimos habitantes de la tierra, todavía creeís en él"[10].

Además de extrañar a Dios también marca la diferencia entre dos tipos de personas: aquellas que, como Jesús, se han percatado de la pérdida de Dios y aquellos habitantes de la tierra que aún creen en Él.

“Mortal como yo, si aún vives, adóralo, si no, lo has perdido para siempre"[11].

La nostalgia por el fundamento llega a un grado tan grande para el que la padece que exhorta a quienes aún lo poseen a que lo disfruten, incluso a que lo mantengan vigente pues no existe consuelo para esa ausencia. "El sueño en todo caso tiene la intención de recobrar la fe perdida, mejor aún es una advertencia –cuando no una abierta amenaza– contra el proceso de la pérdida de la fe"[12].

En cuanto al texto de Vigny, hay pocas alusiones al caos:

Si las naciones son mujeres conducidas

por las estrellas de oro de las ideas divinas

o son locas criaturas sin lámpara en la noche

tropezando y llorando y a las que nadie guía[13].

La otra consiste en el silencio de la divinidad, Jesús le habla a su padre, pero sólo responde el silencio o el viento, jamás Dios. Dicho mutismo puede leerse como un doble símbolo: caos y ausencia:

Se postra de rodillas, la frente contra el suelo,

y luego mira al cielo: «¡Padre mío!», invocando.

–Mas sigue negro el cielo y Dios no responde[14].

[...] Vanamente lo invocó tres veces:

¡PADRE MÍO! Y respondió a su voz sólo el viento[15].

Dicho silencio es sepulcral. No indica que Dios no exista o que haya muerto, simplemente indica que no está. Debido a la presencia de Jesús y a que le habla, podría pensarse que Dios, dentro del poema, existe; pero, dicho silencio implica su muerte. Aquí aparece un elemento distinto que el del texto de Jean-Paul: Dios sí existe, pero ha muerto.

el Cielo nos dejó como un mundo abortado

el justo le opondrá el desdén de la ausencia,

y no responderá sino con frío silencio

al eterno silencio de la Divinidad.

Sin embargo, el sujeto permanece paciente ante ello. Únicamente propone una reacción, pero de la propuesta no pasa. Recibe tormentosamente la ausencia de la divinidad.

Nerval retoma con más nitidez las características presentes en Jean-Paul. Como el caos, mediante elemtntos como el “sol yermo”, las “esferas errantes”, la “órbita vasta, negra y sin fondo” que ocupa el lugar donde estaba el ojo de Dios[16], el “universo aturdido que se inclinaba sobre sus ejes” y el Olimpo precipitándose hacia el abismo[17]. Del mismo modo, continúa con el señalamiento de dos tipos de personas: los dormidos y los despiertos. En este caso, al igual que en el texto de Vigny, los apóstoles duermen.

Sin embargo, continúa con esa evolución de ateo a deicida cuyo primer paso se nota en Vigny. No llega a matar a Dios, pero ya expresa que ha muerto; incluso aparece la frase “¿sabéis la buena nueva?"[18]. De hecho, hay un llamado a un criminal, al “único –despierto en Solima"[19], a Judas, pues “al menos tiene la fuerza del crimen"[20].

"[Para Nerval,] si «Dios ha muerto», si «Dios ya no es», si «todo ha muerto» quiere decir que Dios vivía, que Dios era, que todo era, pero ya no es, a diferecia de Richter donde Dios simplemente no podía participar del ser de ninguna forma en ningún tiempo, en Nerval el ser no es una cualidad vedada para Dios, fue, ya no es".[21]

En el caso del hombre frenético de Nietzsche, aunque retoma el caos (la noche en pleno medio día) y la diferencia entre dos tipos de individuos (en este caso el que se percata que han asesinado a Dios y los ateos), ya hay deicidio. Dicho hombre, que corría por la plaza con una linterna gritando que buscaba a Dios recibió las burlas de los ateos: "¿Se te ha perdido?" "¿Tiene miedo de nosotros?" "¿Se ha ido de viaje?"; con ello, muestra una evidente ruptura entre lo propuesto en Jean-Paul, un Cristo ateo, y la cumbre del gesto que parece iniciado en Nerval con el llamado a Judas. Porque, no es un padecimiento de la muerte, ausencia o inexistenca de la divinidad, es el asesinato de la misma.

Hay una diferencia enorme entre "Dios ha muerto" y "matamos a Dios". "Nietzsche supera la voz pasiva, y no sólo en la relación con la estructura lingüística del pasaje. Dios no sólo ʻha muertoʼ, sino que fue ʻasesinadoʼ"[22]. La consecuencia parece la misma, incluso el gesto es el mismo, la anulación del fundamento total; sin embargo, al hacer que la responsabilidad de dicha ausencia recaiga, ya no en un evento accidental o fortuito sino, en el hombre mismo, genera instantáneamente otro tipo de reacción.

[...] Nietzsche no sólo elabora una filosofía crítica: si bien bajo su martillo caen los viejos ídolos, no todo es labor crítica y destructiva; hay una propuesta creativa que nos habla de la posibilidad de inagurar una nueva era en la cual el superhombre sustituirá al hombre-masa que hasta ahora ha dominado la historia de la humanidad[23].

Esta propuesta creativa aparece en boca del hombre frenético :

¿Cómo podremos consolarnos nosotros, asesinos entre asesinos? [...] ¿Qué expiaciones, qué ceremonias sagradas tendremos que inventar? [...] ¿Tendremos que convertirnos en dioses, o al menos parecer dignos de ellos?[24]

Mas, al final, dicha propuesta cae por una frase fatídica: “vine demasiado pronto"[25]. Cuando el hombre loco llega a la plaza y ve que los demás hombres lo ignoran, asume que aún no es el momento para que los hombres se den cuenta de lo que han realizado ni de la magnitud de las consecuencas que su acto tendrá; incluso termina arrojando la lámpara hacia el suelo. Pero, ya no aparece la añoranza del fundamento que había en Jean-Paul. El hombre frenético asume completamente la responsabilidad de la muerte de Dios y busca que el resto de los hombres haga lo mismo; ya no lo padece, reacciona completamente ante ello.

Viendo en este orden los textos aparece una especie de evolución dentro de cómo se vive la muerte de Dios: Dios no existe (Jean-Paul). Dios puede existir pero no se manifiesta (Vigny). Dios ha muerto (Nerval). Matamos a Dios (Nietzsche). En los tres textos aparecen varias constantes: el caos cósmico, la ausencia de la divinidad y que una sola persona pilla que Dios falta (ya por muerte, ya por inexistencia) y lo divulga (triste o irónicamente).

El gesto crucial no consiste tanto en la muerte de Dios sino en responsabilizar al hombre por ello; no es lo mismo decir “se murió” a “lo matamos”; por lo tanto hay una obligación de asumir otra postura al respecto. Como en Nerval, Jean-Paul y Vigny se ve a la muerte de Dios como algo que simplemente acontece por mera inerca, aparece la añoranza por ese fundamento absoluto; sin embargo, el hombre frenético de Nietszsche, al saberse responsable de la muerte de la divinidad, no puede permitirse extrañarlo.

Bibliografía

· “4. La ilustración alemana. 4.3. Las sombras de las luces: Hamman, Herder, Jacobi, Jean Paul: Discurso”. 16 pp. Rescatado de http://www.ugr.es/~jnebreda/docencia/hfm2/hfmdos43JeanPaul.pdf (Consultado el 30 de Mayo del 2011).

· "Capítulo 2: El movimiento romántico y sus conceptos estéticos". Rescatado de http://catarina.udlap.mx/u_dl_a/tales/documentos/lhu/marquez_c_pa/capitulo2.pdf (Consultado el 30 de Mayo del 2011). pp. 26-48.

· Gilles, Deleuze. Nietzsche y la filosofía. España, Barcelona: Anagrama. 7a. ed. 2002. pp. 207-275.

· Nerval, Gerard de. “Cristo en el monte de los olivos”. Las quimeras. España: Cátedra. pp. 99-103.

· Nietzsche, Friedrich. La muerte de Dios. México: UNAM 1a reimp. de la 1a ed. (2003). 2004. 45 pp.

· Paul, Jean. “Sermón de que Dios no existe”. Sueños. México: Premia. 1990. pp. 48-57.

· Perea, Isaac Moctezuma. “Nihilismo y Romanticismo; alcances de la muerte de Dios y la transvaloración en Nietzsche” en Konvergencias, Filosofíaa y Culturas en Diálogo. Año V. No. 17. Abril 2008. pp. 139-164. Rescatado de http://www.konvergencias.net/moctezumaperea170.pdf (Consultado el 30 de Mayo del 2011).

· Sánchez, Maximiliano. "Nietzsche: De la genealogía a la muerte de Dios" en Observaciones filosóficas. No. 9. 2009. Rescatado de http://www.observacionesfilosoficas.net/nietzschedelagenealmuertedios.htm (Consultado el 30 de Mayo del 2011).

· Vigny, Alfred de. “El monte de los olivos”. Obras completas. pp. 337-385.

_____________
[1] Explícitamente, “El monte de los olivos” no señala que Dios haya muerto, pero la insinuación del silencio sepulcral permite pensar en ello.

[2] Incluso Nerval lo hace explícito no sólo por el epígrafe con el que comienza, sino también por la narración misma.

[3] Jean-Paul. “Sermón de que Dios no existe”. p. 49.

[4] Ibidem.

[5] Idem. p. 51.

[6] Idem. p. 53.

[7] Ibidem.

[8] Isaac Moctezuma Perea. “Nihilismo y Romanticismo...”. p. 142.

[9] Idem. p. 55.

[10] Ibidem.

[11] Idem. p. 57.

[12] Isaac Moctezuma Perea. “Nihilismo y Romanticismo...”. p. 146.

[13] Vigny. “El monte de los olivos”. p. 383.

[14] Idem. p. 377.

[15]Idem. p. 379.

[16] Nerval. “Cristo en el monte de los olivos”. p. 101.

[17] Idem. p. 103

[18] Idem. p. 99.

[19] Idem. p. 103.

[20]Ibidem.

[21]Isaac Moctezuma Perea. “Nihilismo y Romanticismo...”. p. 151.

[22] Idem. p. 162.

[23] "Presentación” a La muerte de Dios. p. 8.

[24] El "hombre loco”. La muerte de Dios. p. 24.

[25] Idem. p. 25.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Deje su huella en la casilla