5/11/14

Last stand




“Remember, remember, the fifth of november, the gunpowder treason and plot. I know of no reason why the gunpowder treason should ever be forgot”
V for Vendetta

“We can’t control enemies who have no regard for their own survival.”
–Arrester Lavinia, Tenth Precinct.
Flavour text de “Havoc Festival” (MTG)

La táctica era la misma cada ocasión: esperaban a que un grupo infiltrado comenzara el alboroto en el centro de la multitud; esperaban las botellas de alcohol con una mecha improvisada de alguna tela, las inútiles piedras contra los cascos y los escudos, los gritos y su cansancio. En ese momento se lanzaban contra ellos; evitaban a los infiltrados (que para entonces ya habrían escapado o cambiado ropas de civil por el uniforme) y golpeaban al resto. Localizaban algunos objetivos clave, los subían a las patrullas, aprovechaban la bulla para meter mano a algunas (casi todas las) muchachas que se encontraban allí. Si había problemas, el gas lacrimógeno y las balas de goma harían lo suyo; sabían a dónde dispararlas (el manual dice a una zona despejada, pero el torso y la cara siempre resultan más efectivos).
La coreografía ya estaba plantada y aprehendida. Inició sin ningún problema, en medio del fervor la violencia deviene fácil. La lluvia de bombas y piedras comenzó. Los gritos y el cansancio llegaron: ahora, su turno. Avanzaron con las botas firmes en el pavimento, los escudos listos, las macanas dispuestas. Puño contra cuerpo. Bota sobre cuello. Empeine incrustado en las costillas.
Ya con el grupo abatido, iniciaron los arrestos por alterar el orden público y ofender a los defensores de la ley. Hubo un sujeto en particular, cabello largo, prendas de mezclilla rasgadas, una playera blanca con hoyos. Se resistía como una maldita bestia. Había cuatro elementos tratando de contenerlo y cargarlo a la patrulla. Cuando cada uno lo tuvo sujeto de las extremidades, soltó una carcajada. Pensaron que la histeria lo había vencido, pero palparon en sus piernas y muñecas algo rectangular. Un rugido y un destello acompañado de una lluvia de vísceras sangrantes. El cuerpo del muchacho les había explotado en las manos.
Pocos instantes después, patrullas incinerándose y explosiones a lo largo de la avenida. Todo el contingente que asistió ardía en llamas. Las patrullas, las camionetas atascadas de levantados y custodiadas por elementos de seguridad, volcadas y a merced de las llamas.
La segunda vez que ocurrió lo mismo, los uniformados optaron por permanecer al margen la siguiente vez. Fue inútil. En cuanto los vieron presentes, los jóvenes se abalanzaron contra ellos, en cuanto lograban colarse entre varios elementos, estallaban. Se lanzaban a los vehículos para incinerarse con ellos; los abrazaban, se aferraban al uniforme antes de explotar.


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