Sábado. México, Distrito Federal: Ciudad
Universitaria (CU). Facultad de Filosofía y Letras (FFyL): Balacera que deja heridos
a dos estudiantes. Un rozón de bala en la pierna y una bala incrustada en el
muslo. En la página de quienes ocupan el Auditorio Justo Sierra-Che Guevara
dicen que el hombre herido en el muslo dijo por celular que le habían picado la
herida con objetos punzocortantes antes de que la llamada se cortara; si esto
es cierto, habían estado torturando al chico, una técnica bastante común entre
judiciales.
¿Por qué hacer esa escena en la
FFyL? El comunicado oficial de la PGJDF dice que oficiales fueron a investigar
el caso de un celular robado, cuando en toda CU se dan casos de robos de
carteras, celulares, de autopartes y accesorios de motocicletas, de abuso
sexual adentro de las instalaciones, y jamás se dignaron a poner un pie para
realizar la averiguación pertinente. Los servicios de “Auxilio UNAM” brillaron
por omisión; en la Facultad de Psicología se justificaron con “Pasó en Letras,
le corresponde a Letras”; carros de este cuerpo de auxilio ignoraron al
estudiante herido con la salida fácil: “ya lo reportamos”.
Este minishow tiene pinta de
provocación (in)directa (semejante a la quema de un metrobús o a la quema de
una puerta) y que un elemento encargado del montaje perdió los estribos: sacó
su arma y comenzó a disparar por temor. Esta noche se desata otra escena:
barricadas que bloquean la entrada a CU y encapuchados custodiando.
Dos heridos para una pantomima
que cubra fosas interminables en la búsqueda de 43 cadáveres; la punta del
iceberg de un territorio que más que país es un cementerio. Las autoridades,
nuestros padres ausentes que tan sólo buscan en nosotros un reemplazo de sus
órganos marchitos.
No hay rector. No hay
presidente.
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