23/11/14

Silencio obligatorio. Tras la marcha del #20NovMX


Días antes de que se celebrara el 20 de noviembre en México, un auto con cuatro personas entró a Ciudad Universitaria (CU), cerca de la Facultad de Filosofía y Letras. Una de ellas portaba un arma con la cual disparó hacia el grupo de jóvenes que lo acorralaban hacia Insurgentes; hirió a dos personas, a una le dio un rozón en la pierna, a otra le encajó una bala en el mismo lugar. Tres de los individuos huyeron en un taxi, el otro se encontró con policías en patrulla, a quienes entregó su arma y quienes lo resguardaron dentro de la unidad.
No tardaron los reclamos por “violar la autonomía” (asunto de por sí debatible dentro de la misma comunidad universitaria), por la violencia de Estado y la represión hacia los estudiantes.
Esa misma noche, hubo un enfrentamiento entre encapuchados, que destrozaron una parada del Pumabús (la de FFyL) y granaderos; en el altercado incendiaron (convenientemente) el auto que habían abandonado los policías que incursionaron dentro de CU.
Hace un par de días, el oficial Luis Javier Aguinaga Saavedra salió libre bajo fianza pues fue juzgado por un “delito no grave”; noticieros Televisa cubrió la emotivísima nota de cómo los demás policías cooperaron para pagar los ciento treinta y tres mil pesos.
Posteriormente, en La Razón y otros periódicos como El Universal, publicaciones marcadamente de derecha política, se ensañaron con decir que la persona herida no era estudiante de la UNAM, sino simplemente un integrante del grupo que ocupa el auditorio Justo Sierra/Che Guevara; esta persona, además, era un expresidiario, culpado por delitos de robo, sabotaje, daño a propiedad ajena (La razón), en realidad estuvo preso por los disturbios ocasionados en la Escuela Nacional Preparatoria 3 (una de las prepas que tiene la UNAM) durante la toma de la misma en el año 2000 (El Universal).
Lo que ninguno de estos dos diarios menciona es el antecedente del movimiento estudiantil de 1999 donde toda la UNAM frenó actividades. El conjunto de los datos permite pensar que Miguel Ángel Ordaz San Agustín, egresado de Historia de la UNAM, pudo haber sido preso político del 99.
En otras palabras, el policía, al disparar su arma contra jóvenes desarmados en la UNAM, no cometió delito de gravedad; no puso en riesgo la vida de nadie, no abusó de autoridad; puesto que el policía había cometido un delito no grave hacia una persona que no era estudiante, el asunto debía darse por terminado; es más, deberíamos honrarle el haber disparado contra un expresidiario. Debemos pasar por alto el hecho de que toda persona es un ser humano.


Una vez más, el desfile del 20 de noviembre fue suspendido debido a las movilizaciones hechas desde que el Instituto Politécnico Nacional (IPN) anunció un paro de labores y que incrementaron tras la desaparición de cuarenta y tres normalistas de Ayotzinapa.
Este tema ha dado la vuelta al mundo entero. Ya no sólo en Latinoamérica sino en Europa se ven imágenes con la consigna “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”. La presión por la violencia de Estado ya no sólo la ejercían las personas dentro de México sino en demás sitios de la aldea global.
El 20 de noviembre (#20NovMX) hubo una marcha gigantesca hacia el Zócalo de la Ciudad de México; en medio de la plancha del Zócalo incineraron figuras del presidente Enrique Peña Nieto a modo de protesta; estudiantes del IPN levantaron un muro frente a la Secretaría de Educación Pública (SEP), en el cual hicieron pintas de protesta; al terminar la protesta, ellos mismos derribaron el muro. Todo el transcurso de la marcha hacia el Zócalo se caracterizó por la no violencia de los manifestantes y por las medidas de seguridad tomadas por los contingentes: cualquier persona encapuchada era expulsada de inmediato si no se destapaba la cara.
Sin embargo, en la mañana había dos movilizaciones con intenciones más grandes: la primera tenía por objetivo tomar el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Este contingente de inmediato fue impedido por los granaderos. La segunda tenía el trabajo de incitar la violencia y permitir que los dispositivos de seguridad pública tuvieran un motivo “legítimo” para hacer detenciones.
En redes sociales circulan imágenes de camiones militares repletos con hombres vestidos de civil. En un camión se pueden observar claramente dos individuos, uno de ellos lleva sudadera gris con capucha.
Cuando la movilización hacia el aeropuerto fue detenida, comenzó el primer conflicto. Un grupo de encapuchados, armados con bombas molotov, cohetones y otros artefactos se encargaron de iniciar la riña contra los granaderos presentes. En otra imagen que circula en redes se puede observar perfectamente que el sujeto de la sudadera gris a bordo del camión militar arroja estos explosivos contra los granaderos.

Los detenidos de la marcha del #20NovMX, que se dirigía al Zócalo, fueron acusados de terrorismo, intento de homicidio, etc. Pareciera que estos jóvenes habían sido entrenados como miembros de Al Qaeda. Proceso, Sin embargo y en redes sociales circula la información de que las declaraciones de los jóvenes fueron falseadas y las detenciones, arbitrarias, sin causa alguna, justo después de que los granaderos se lanzaran contra un grupo de encapuchados quienes iniciaron la pelea. Muchos de ellos fueron capturados en calles aledañas al Zócalo (de modo que su participación activa en el enfrentamiento resulta dudosa). Este tipo de arrestos ocurrieron también cuando, nuevamente, un grupo de encapuchados incendió las puertas del palacio nacional.
Resulta destacable el hecho de que sólo personas encapuchadas inicien los destrozos y que a ninguna de ellas arresten. Hay claramente una coreografía armada en la que los policías son carne de cañón que reciba los golpes tanto de los grupos de choque pagados por el gobierno (porros) como de la sociedad a la que supuestamente deben defender.
Aparentemente a nadie importan los heridos de ambos bandos, tan sólo importan los detenidos que sirven para taimar una movilización, para que el estudiantado recuerde 1968, 1971, 1999; para que no olvide quién tiene la llave de las rejas y las consecuencias de no obedecer, aún si la orden es desaparecer y sin hacer ruido.

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