Le
encontrás en la cocina con un aire inocente, mientras el vapor del
agua en la tetera se escapa con tiernos remolinos traslúcidos, y te
pierdes entre las notas de un tango que escucha sin motivo alguno y
que tararea al no saber la letra de memoria. Escuchás la música;
olfateas ese humo a distancia y pillas que es café lo que prepara.
Se acerca a la mesa, vos le ves de ensueño. Sus manos finas, sus
ojos inolvidables y esos labios que... Te reís, pero esa personita a
la que cuidás no se percata.
Entrás en ese cuarto estrecho, ocupado por un frigorífico viejo y
un calentador que sería capaz de recordar una vida entera (por tu
mente pasa fugaz el ¿cómopuedeestofuncionar?). Ignorás que
desconocés la respuesta y te acercás más y más hasta quedar a su
espalda. Le decís al oído todo lo que un día no quisiste decir,
susurrás con entusiasmo toda la historia que escribiste y que
terminó ardiendo en un pote entretanto tu mirada se perdía en el
fuego creado de esas páginas. Pero no, no te escucha, o ha fingido
no escucharte; sólo da sorbos al café, coge el diario y lo abre
leyendo únicamente los titulares para después olvidarlo al lado con
ese gesto que tanto te hace gracia y, en cuestión de minutos, volver
a concentrarse en el café que ya se habrá enfriado.
En cuanto acerca nuevamente la taza a su boca, vos le das un beso en
la mejilla. Abre sus ojos que delatan sus pupilas dilatadas. Con el
movimiento de sus labios clama tu nombre, pensás que ha caído en
cuenta de que estás ahí; pero, en el preciso momento, sus manos se
acercan a su rostro para bloquear el torrente de lágrimas que por
poco se le desborda, recobra la compostura repitiendo en susurro sin
aliento "tranquilízate, tranquilízate" y tira el resto
del líquido oscuro para irse al sofá y encender el televisor sin
verlo realmente.
– ¿Te quedarás? – pregunta una vocecilla dentro de tu cabeza.
Pero le ves dormir. Parece soñar algo intranquilo, una pesadilla,
quizá, en la que sus labios siguen evocando tu nombre. Su figura se
retuerce por el dolor en los laberintos de su mente, el sudor frío
le corre por el rostro y dos arroyos comienzan a surgir de entre sus
párpados fuertemente cerrados. De súbito despierta para calmarse
con "sólo ha sido un mal sueño", buscar tu retrato y
quedarse en letargo llorando en silencio.
– Entonces – comienza a decir esa vocecilla mientras pensás en
silencio – ; ¿te quedarás?
México, 19 de Enero de 2008
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