18/12/12

Un deseo...

Le encontrás en la cocina con un aire inocente, mientras el vapor del agua en la tetera se escapa con tiernos remolinos traslúcidos, y te pierdes entre las notas de un tango que escucha sin motivo alguno y que tararea al no saber la letra de memoria. Escuchás la música; olfateas ese humo a distancia y pillas que es café lo que prepara. Se acerca a la mesa, vos le ves de ensueño. Sus manos finas, sus ojos inolvidables y esos labios que... Te reís, pero esa personita a la que cuidás no se percata.
Entrás en ese cuarto estrecho, ocupado por un frigorífico viejo y un calentador que sería capaz de recordar una vida entera (por tu mente pasa fugaz el ¿cómopuedeestofuncionar?). Ignorás que desconocés la respuesta y te acercás más y más hasta quedar a su espalda. Le decís al oído todo lo que un día no quisiste decir, susurrás con entusiasmo toda la historia que escribiste y que terminó ardiendo en un pote entretanto tu mirada se perdía en el fuego creado de esas páginas. Pero no, no te escucha, o ha fingido no escucharte; sólo da sorbos al café, coge el diario y lo abre leyendo únicamente los titulares para después olvidarlo al lado con ese gesto que tanto te hace gracia y, en cuestión de minutos, volver a concentrarse en el café que ya se habrá enfriado.
En cuanto acerca nuevamente la taza a su boca, vos le das un beso en la mejilla. Abre sus ojos que delatan sus pupilas dilatadas. Con el movimiento de sus labios clama tu nombre, pensás que ha caído en cuenta de que estás ahí; pero, en el preciso momento, sus manos se acercan a su rostro para bloquear el torrente de lágrimas que por poco se le desborda, recobra la compostura repitiendo en susurro sin aliento "tranquilízate, tranquilízate" y tira el resto del líquido oscuro para irse al sofá y encender el televisor sin verlo realmente.
– ¿Te quedarás? – pregunta una vocecilla dentro de tu cabeza.
Pero le ves dormir. Parece soñar algo intranquilo, una pesadilla, quizá, en la que sus labios siguen evocando tu nombre. Su figura se retuerce por el dolor en los laberintos de su mente, el sudor frío le corre por el rostro y dos arroyos comienzan a surgir de entre sus párpados fuertemente cerrados. De súbito despierta para calmarse con "sólo ha sido un mal sueño", buscar tu retrato y quedarse en letargo llorando en silencio.
– Entonces – comienza a decir esa vocecilla mientras pensás en silencio – ; ¿te quedarás?


México, 19 de Enero de 2008

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