A pesar de la supuesta preparación y de la consciencia que se tiene sobre los espectáculos deportivos, no podemos negar las cruces de nuestra parroquia: la mía, pintada de un azul glorioso, es de esas tan criticadas por los supuestos intelectuales de nuestra época: Football Soccer.
Soy adicto a los partidos, cuando se da la oportunidad veo todos los que transmiten en la jornada, los de la UEFA, la liga alemana, la liga española. Algunos, a altas horas de la madrugada, sirven como excelente somnífero.
El partido de ahora: Cruz Azul vs. Tigres (los cementeros son locales)
(Lo que queda del) Primer tiempo
Primer partido que veo en este 2012. Lo esperé durante toda la semana, sería el primer opiáceo para taimar un poco los últimos acontecimientos harto insípidos. Me he perdido casi todo el primer tiempo, pero aún llego con suficiente antelación para el juego.
Medio tiempo.
La Máquina le gana por un tanto al actual campeón del fútbol mexicano. El partido hasta ahora ha sido lento, aburrido en realidad; supongo que era de esperarse para la primer jornada del torneo.
No debería ser así, nada debería ser así nunca: la tradición de la filosofía diaria nos propone enfermizamente que cada inicio de algo sea con todo el ánimo, con el tanque de gasolina lleno y pisando el pedal a fondo. Desgraciadamente el balompié nacional refleja claramente el espíritu mexicano: (el primer partido) el arranque, soso, decepcionante, aburrido, con la resignación en la cabeza por culpa de la presión. Resulta comprensible que el estrés cause estragos, pero deberían motivar, empujar hacia el frente –aún con el riesgo de tornarse un Red Lantern– ; mínimo, deberían causar reacción alguna en el individuo, una diferente a agachar la cabeza, especialmente Aquí.
Segundo tiempo.
Tigres empata el marcador. Los felinos dominan el partido y los cementeros parecen más bien hechos de ceniza. Omar Bravo sale del partido, la nueva contratación no ha funcionado hoy. Tito Villa y Chuletita Orozco abanican el mismo centro, fallan el gol del triunfo; se antoja a augurio de lo que pasará en el futuro. Nosotros (la afición) seguimos donde siempre (en la tribuna, detrás del televisor, con gritos y quejas,) con la esperanza en el pecho, esperanza que ya se nos antoja rota desde ya.
Final de partido, interesante. Dos minutos extra. El alargamiento de la esperanza, aunque no en terminos nietzscheanos: no prolonga la esperanza; no se puede alargar lo que no existe. Este partido que termina en empate tiene el sabor de fracaso. No importa que el rival fuera el campeón, era un partido nada más, uno con localía que debía estar en la bolsa. Un empate en casa, una derrota.
El placebo no funcionó; como siempre el fútbol se torna espejo fiel de lo que pasa, del devenir de los meses hasta acá. Sin embargo, allí estaremos, mintiéndonos con decir que somos de la realeza por tener sangre azul. Y mentimos y sí, la tenemos. Sí, este conde tiene la sangre azul, azulísima; tan azul que se cae de morado.
Soy adicto a los partidos, cuando se da la oportunidad veo todos los que transmiten en la jornada, los de la UEFA, la liga alemana, la liga española. Algunos, a altas horas de la madrugada, sirven como excelente somnífero.
El partido de ahora: Cruz Azul vs. Tigres (los cementeros son locales)
(Lo que queda del) Primer tiempo
Primer partido que veo en este 2012. Lo esperé durante toda la semana, sería el primer opiáceo para taimar un poco los últimos acontecimientos harto insípidos. Me he perdido casi todo el primer tiempo, pero aún llego con suficiente antelación para el juego.
Medio tiempo.
La Máquina le gana por un tanto al actual campeón del fútbol mexicano. El partido hasta ahora ha sido lento, aburrido en realidad; supongo que era de esperarse para la primer jornada del torneo.
No debería ser así, nada debería ser así nunca: la tradición de la filosofía diaria nos propone enfermizamente que cada inicio de algo sea con todo el ánimo, con el tanque de gasolina lleno y pisando el pedal a fondo. Desgraciadamente el balompié nacional refleja claramente el espíritu mexicano: (el primer partido) el arranque, soso, decepcionante, aburrido, con la resignación en la cabeza por culpa de la presión. Resulta comprensible que el estrés cause estragos, pero deberían motivar, empujar hacia el frente –aún con el riesgo de tornarse un Red Lantern– ; mínimo, deberían causar reacción alguna en el individuo, una diferente a agachar la cabeza, especialmente Aquí.
Segundo tiempo.
Tigres empata el marcador. Los felinos dominan el partido y los cementeros parecen más bien hechos de ceniza. Omar Bravo sale del partido, la nueva contratación no ha funcionado hoy. Tito Villa y Chuletita Orozco abanican el mismo centro, fallan el gol del triunfo; se antoja a augurio de lo que pasará en el futuro. Nosotros (la afición) seguimos donde siempre (en la tribuna, detrás del televisor, con gritos y quejas,) con la esperanza en el pecho, esperanza que ya se nos antoja rota desde ya.
Final de partido, interesante. Dos minutos extra. El alargamiento de la esperanza, aunque no en terminos nietzscheanos: no prolonga la esperanza; no se puede alargar lo que no existe. Este partido que termina en empate tiene el sabor de fracaso. No importa que el rival fuera el campeón, era un partido nada más, uno con localía que debía estar en la bolsa. Un empate en casa, una derrota.
El placebo no funcionó; como siempre el fútbol se torna espejo fiel de lo que pasa, del devenir de los meses hasta acá. Sin embargo, allí estaremos, mintiéndonos con decir que somos de la realeza por tener sangre azul. Y mentimos y sí, la tenemos. Sí, este conde tiene la sangre azul, azulísima; tan azul que se cae de morado.
Juro que lo intenté =.= ¿Es normal que, aunque tenga puestos mis lentes, las letritas se vuelvan raras manchas a mi vista y dentro de mi cabeza solo resuenen como interminables "bla bla bla"?
ResponderBorrarXD Sabes que no es nada personal, mi apreciado Kei-kun!
Lo sé, sé que el tema no es de tu agrado, Sue-chan. Gracias por tomarte el tiempo y el grandísimo esfuerzo para leer y comentar.
ResponderBorrarDeberías ser narrador de fut. Tu estilo es original, culto pero sin caer en lo bochornoso.
ResponderBorrarGracias, che, pero desafortunadamente tengo una dicción deplorable.
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