Puedes consultar la publicación completa aquí.
Hoy se me acaban las ganas de salvar al mundo. Después de un breve vistazo a los titulares y a los noticiaros, no puede quedar otra resolución. La raza humana se resiste a ser salvada, es incapaz de mover un dedo en defensa propia. Tantos años, mucha gente ha pensado que cualquier escenario desfavorable tiene arreglo, que siempre se puede dar la vuelta al marcador contra el destino y ganarle, porque lo bueno de que no haya un partido de vuelta es que hay un ganador definitivo y que ese podemos ser nosotros. Pero no. Ahora entiendo a Rorschach: la mierda les llegara hasta las gargantas antes de que se den cuenta, antes de que acepten la mano que uno les tiende ahora y, sí, ahora coincido con él; al unísono susurraremos una negativa tajante.
Hace
un par de días intenté salvar una abeja a toda costa; la pobre había volado
hasta allí en busca de alimento, lo único que quedaba en mi jardín era una
nochebuena que ya amenazaba con marchitarse. Esa abeja se movía pero no
emprendía el vuelo. Le di una gota de agua e intenté trasladarla hacia la flor.
Fue difícil. El miedo instintivo le decía que mis movimientos eran peligrosos e
intentaba escapar a toda costa. Se cayó muchas veces al suelo, las mismas que
la levanté. Cuando por fin pude guiarla hacia los pétalos rojos, había muerto.
Pocos
días después encontré a una señora que se disponía a aplastar a otra abeja
despiadadamente. La detuve. Traté de explicarle la situación, que las abejas
estaban en peligro, que sin ellas la especie humana se va por el retrete. No le
importó. Su justificación: “no quiero que me pique”. Sencillo, gorda estúpida, quítate de su camino y ¡puf! Creo que mi
respuesta no le gustó. No lo sé, sus ojos se quedaron fijos en odio.
Comprendí
que ella no estaba sola, que su pie no era el único que se levantaba para
aplastar un ser indefenso, necesario para su supervivencia, por el simple temor
de que el diminuto insecto la atacase, aun cuando el karma instantáneo
posiblemente haría que con el aguijón también se le fuera la vida a la abeja.
En cambio, nosotros éramos islas a la deriva. Por cada persona que intentaba
detener el pie, había otras cien que dejaban caer la suela contra el objetivo y
contra el defensor.
Al
carajo. Ellos quieren que el mundo se los cargue, que así sea.
Me
rehúso. Es mi último pedazo de dignidad. El mundo ya me ha arrebatado mi
identidad y mi vida, no le dejaré que me arrebate la diminuta pizca de libertad
que me queda.
Esto no es salvar a la humanidad a
través de la destrucción de la misma.
Les grito desde lo alto del edificio, bajo la lluvia y la tormenta eléctrica. Esto es el epítome de su propio credo. Es un
deseo egoísta que un individuo cumple por capricho. No pueden creerlo. Los
veo en sus caras desencajadas, en las mandíbulas completamente abiertas. Puedo
sentir sus latidos apresurados. Emocionados por el combate que está a punto de
librarse, porque al fin, después de tantos años de contenerse para no causar un
cataclismo, deberán liberarse de sus propias ataduras si quieren salvarse. Pero
no. Esto no es un acto de enseñanza para ellos. No soy un nivel de tutorial ni
el jefe final del videojuego. No soy el mentor que se sacrifica para que sus
pupilos adquieran la dureza necesaria. No soy el ejemplo a seguir. Sólo soy un
suicida cuyo impacto de daño destruirá un pedazo del planeta.
Sé
que la raza humana tal vez seguirá existiendo después de esto. Sé que tal vez
uno o dos de ellos sobrevivirán. Sé que mi nombre será acomodado junto al de
otros villanos, a otras personas non-gratas
de la historia. Sé que mi rostro estará al lado de Lucifer, que los
predicadores de todas las religiones exclamarán que mi cuerpo sufre el mismo
castigo de Judas o su equivalente.
Exhibo
ante ellos, los cadáveres de todos los niños que pude asesinar en trece días.
Cuerpos desnudos, mutilados, acomodados en nuevas fisiologías, estructuras que
emulan moluscos devorándose unos a otros. He
aquí mi tributo a su esperanza. Soy un monstruo, lo sé. Simbolismos aparte,
sólo quiero que se enfurezcan y pierdan la perspectiva, quiero que en sus
entrañas pulse la necesidad de desintegrar mi cuerpo, que toda su energía se
una a mi estallido para tener aún más daños colaterales en el combate. Soy
Nitro a punto de desatar la última guerra civil en el mundo. No quiero volver
al punto cero, no quiero un reset de
la partida. Esto sólo es el cinemático previo a un Game Over definitivo. El Joker estaría orgulloso.
La
mueca de sorpresa horrorizada ha dado paso a las mandíbulas apretadas, a puños
listos para golpear con toda su fuerza, al cuerpo flexionado, inclinado hacia
delante, en espera de la señal para iniciar un ataque coordinado. Bien.
Detrás
del odio y la ira puedo notar su alegría. Gozan tratando de destruirme.
Disfrutan esa libertad que les he dado: pueden descargar sobre mí toda su
furia, pueden despedazar la ciudad entera intentando derrotarme y tienen la
certeza de que el mundo se los agradecerá; que serán recibidos sobre los
escombros con un gran aplauso.
Tengo
un par de costillas rotas, pero todo va según lo planeado. Individualmente, sus
habilidades son nulas. Los guío hacia el punto donde se puede causar la mayor
cantidad de daño. Las explosiones sincronizadas deben causar una destrucción
irreversible al mundo, deben acelerar un poco más la extinción.
Son
demasiado tercos, aún cautelosos. Saben que un ataque coordinado devastará
varios cientos de miles de kilómetros a la redonda. No importa. La esperanza de
vencerme se les agota. Ya se han dado cuenta de que si no lo hacen así, serán
derrotados.
Llegamos.
Ellos
frente a mí, formados. Utilizarán su último recurso.
Perfecto.
Se
han dado cuenta de la localización.
No
importa. Ya no.
Soy
la bomba del Zar soy la última visión a kilómetros a la redonda soy el último
ángel del Apocalipsis soy una supernova soy el Amén soy el Omega sin la promesa
del Alfa soy la última deidad a la que rezan soy todas las confesiones honestas
de último minuto soy el beso de despedida que no se concreta soy el par de
manos que se quedan a medio camino soy la sonrisa resignada soy un agujero
negro soy la gravedad aplastando todo lo que entra en mí soy el tiempo detenido
soy el ruido sordo del silencio.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Deje su huella en la casilla