El asno que tocó la flauta o De cómo
EPN hizo la tesis
En todas
las instituciones académicas y educativas, el plagio se castiga con el exilio.
El plagiador queda marcado toda su vida y se dudará de la autoría y veracidad
de todo lo que diga o haga. Desde el momento en que se descubre al culpable, su
palabra (que tal vez ni le pertenezca de origen) será considerada como algo
válido. Una persona que ha perdido la palabra, ha perdido toda posibilidad de
ejercer un poder directo sobre sus semejantes o sobre el mundo, cualquier
vocablo que profiera será considerado algo impropio.
Ninguna
universidad que presuma prestigio quiere tener entre sus filas a un plagiario
porque ello la demeritaría: sus mejores estudiantes, los egresados y titulados
son incapaces de generar una idea propia. Nadie quiere estudiar una
licenciatura sólo para obtener un papelito que diga “Supuestamente sabe hacer
esto pero quién sabe”.
Uno de los
requisitos que piden las instituciones educativas de nivel superior para
obtener un grado (licenciatura, maestría, doctorado) es la presentación de un
trabajo de investigación que muestre originalidad y que demuestre que el
egresado es capaz de cumplir con un protocolo académico. En otras palabras, la
tesis demuestra honorabilidad, creatividad y disciplina. Si un estudiante
plagia una tesis está demostrando su incapacidad para todo lo anterior, ergo se
declara desmerecedor de ese y cualquier grado académico (por extensión, se le
debe tomar como una persona poco seria, nada confiable, sin sentido de ética ni
moral).
Chimal
dice que el plagiario tiene algo de sociópata pues intenta borrar con su fama y
prestigio al otro autor menos nombrado, un asesinato metafórico; eso se puede
afirmar de figuras como Bryce o Alatriste, sin embargo también está el
plagiario con complejo de inferioridad: ese muchacho que debido a la
desesperación o la ignorancia roba ideas a diestra y siniestra, pues piensa que
el león es de su condición y nadie (ni él) se preocupará por revisar
detalladamente el contenido de su trabajo. No me parece que el plagio de EPN
sea un acto de arrogancia sino de insignificancia: lo que diga, lo que haga, no
será tomado en cuenta nunca.
Quizá Peña
Nieto no quería ser presidente, no quería ese cúmulo de responsabilidades; de
haberlo deseado, se hubiera preparado mejor o atendería más a las críticas que
le hicieron durante su campaña electoral. Quizá Enrique sólo sacó el título de
licenciatura en la Universidad Panamericana porque era lo que su padre quería
para él (obligado como muchos otros a estudiar el oficio de abogado porque es
donde está el dinero). Tuvo la maldición de la belleza y el carisma. Un rostro
guapo, jovial, suficiente para ser electo presidente en temporadas electorales
posmodernas donde la pantalla y la imagen son poder absoluto.
Tal vez,
EPN ni siquiera supo qué estaba haciendo al robarse descaradamente las palabras
de otro y atribuírselas a sí mismo, pensó que, como no hay nada nuevo bajo el
sol (todo lo hicieron los griegos, los chinos o los Simpson), poco importaba
fusilarse 197 párrafos, porque las ideas, como no se pueden tocar, no valen
nada; ergo, no puede afectar a nadie. Plagiario por accidente, que no entiende
la naturaleza de su acto. Ello debe preocupar aún más pues una Universidad como
la Panamericana aceptó a alguien que no debía ni aprobar la prueba
psicométrica.
La respuesta oficial
El grupo
de Aristegui Noticias encontró que un 30% de la tesis del presidente de México,
Enrique Peña Nieto, es un plagio descarado. Hizo un análisis de los párrafos que
conforman dicha trabajo y expuso los resultados en el siguiente cuadro:
Allí
claramente se clasifican los fallos técnicos entre errores de citación (las
citas robadas bien pueden considerarse una cita mal hecha) y los párrafos
plagiados.
“Sólo me
enviaron un cuadro”. Aparentemente, para ser vocero del gobierno de México sólo
se necesita ser analfabeta funcional pues recibió un cuadro con información
detallada sobre los contenidos textuales de la tesis de Enrique Peña Nieto y no
supo interpretar adecuadamente esa información: sólo identificó que de 682
párrafos, 197 eran plagio sin comprender las implicaciones de este hecho.
El cierre
de la respuesta demuestra el despotismo de quienes “ostentan” el poder: “Por lo
visto errores de estilo como citas sin entrecomillar o falta de referencia a
autores que incluyó en la bibliografía son, dos décadas después, materia de
interés periodístico”. Errores de estilo se pueden considerar las comas
faltantes en ese fragmento, pero plagio es plagio; además, considerarlo como un
tema menor revela el verdadero pensamiento de un gobierno que a lo largo y
ancho del país ha dicho apoyar las ideas
de los jóvenes emprendedores porque ellos son los que mantienen en movimiento a
la patria. Si cualquier hijo de puta puede robarse una idea y no sufrir
consecuencias legales, entonces más valdría patentar todo en otra nación.
Ahora,
quizá el vocero no comprendió otra implicatura de su propio discurso: esas
citas “mal hechas” son un mero error de estilo, esto quiere decir que el Peña
Nieto no tiene ni idea de lo que hizo, ni siquiera sabe lo que es un plagio.
Cuando la capacidad cognitiva del perpetrador es mínima al grado de no tener
conciencia del crimen cometido es difícil reprocharle algo. En otras palabras,
el mismo vocero no baja de pendejo al presidente.
La última
parte de esa respuesta también merece atención “Bienvenida la crítica y el
debate”, no hay actitud más prepotente que sentirse intocable por la voz
popular de quienes sí saben, mínimo, cómo citar adecuadamente en un trabajo y
de aquellos que entienden la gravedad de que un presidente ostente, al menos,
un título que no merece.
Es justo y necesario
Ahora, es
responsabilidad de la Universidad Panamericana el retirar a Enrique Peña Nieto
el título de licenciatura para salvaguardar el honor y el prestigio que tiene
dicha institución, para demostrar que, en efecto, trabajan para cumplir su
misión de “Educar personas que busquen la verdad y se comprometan con ella”,
que en efecto poseen la visión de “Ser la universidad cuyos egresados con responsabilidad
social aspiren a la plenitud profesional y de vida” (el que omito se puede
lograr con un buen publicista y los escándalos de su egresado más famoso ya la
coloca en el plano internacional, aunque mal parada). Desestimar el robo de una
idea implica desvalorizar el trabajo intelectual, ninguna universidad quiere
dejar esa enseñanza como legado, ¿o sí?
Asimismo,
la comunidad estudiantil debe hacer lo propio si quieren que de ellos no se
dude. Desgraciadamente, el estigma de uno los alcanzará a todos si guardan
silencio, porque ello confirmaría que cualquier egresado de la Universidad
Panamericana ha incurrido en lo mismo que su ejemplar más preciado (un
presidente) y, por lo tanto, añadirlo a las filas laborales consistiría en un
tiro en el pie. Se puede vivir con el prejuicio de salir de la misma casa de un
tirano, pero salir de la misma casa que un ladrón imbécil es distinto.
El acto de
Peña Nieto a la Universidad Panamericana y a todos sus estudiantes consiste en
un insulto no sólo a la inteligencia de la academia, sino en desdeñar absolutamente
la profesión que dice haber estudiado y, por su cargo actual, cualquier carrera
universitaria; de modo que, cualquier persona que haya aspirado a tener un
grado de licenciatura o un posgrado, los aspirantes rechazados de esa y
cualquier universidad, los abogados y todas aquellas personas que hayan
realizado una tesis para titularse deben exigir y retirar el grado del que goza
y que ostenta indebidamente ese egresado.