24/6/14

Coito, ergo sum


 

¿Si de pronto todo es irrelevante? Todo se torna humo. Nebulosas alucinaciones en constante vaivén –como tus pechos erguidos y suaves– , no se detienen, chocan entre sí, como cada poro de tu cristalino cuerpo, cada célula muerta que cae en las colchas (no sabemos si) recién lavadas en aquella habitación de hotel.
La cama se mueve”
¿En serio?”
Cuando pasan los autos, la cama se mueve”
No lo siento”

Quizá me he excedido con los analgésicos, tal vez el alcohol estaba adulterado. Sólo siento el vaivén de tu cuerpo. Tu aroma desprendido que me ultraja la nariz. El reflejo en el efecto vacío de los espejos contrapuestos, que muestran la misma cara extasiada y desvergonzada, deleitada por tus gemidos y gritos. El hipotálamo en epifanía orgiástica.
Sexo, luego existo.”

Todo se torna humo. Alucinación nebulosa estática, como tus ojos fijos en los míos, no se mueven, me revientan las pupilas; cierro los párpados pero destrozan la piel, me siguen viendo directo a los ojos sin importar cuántos muros y pasillos ponga en medio.
El hotel se mueve”
¿Qué dices?”
Mira las lámparas, el hotel se mueve”
No, lo siento”

Quizá nos hemos excedido con los analgésicos, tal vez el licor fue demasiado. Sólo siento tu respiración agitada. El efecto de espejos infinitos al contraponerlos me atrapa. Tu aroma traspasa los cristales, se bifurca y multiplica. Algún ojo nos observa. La televisión está encendida: arde en llamas. Una explosión nos arrebata del sí mismo.
A la mierda.
Sólo importa este instante en el que tus garras destrozan mi coraza, tus fauces me devoran completamente en un segundo, dejando huellas bestiales de un extático suceso. Irreverentes blasfemias pasan por mi mente. Tus oídos no creerían lo que el ovillo, que nace de entre tus piernas y se enrosca sobre tu cuerpo, piensa mientras colapsa sobre ti cuando te retuerces en contorsiones que lo laceran un poco, pero que lo llevan a un sitio que debe ser el vacío absoluto.
Sexo, existo.”

Todo es irrelevante. Alucinación de amor/estática que permanece nebulosa. Un constante vaivén.
¿En qué momento perdimos las prendas? ¿Cuándo entré en ti? ¿Por qué esa necesidad de afecto, del beso, el abrazo donde nuestros cuerpos chocan? Las carnes se aplastan contra sí sonoramente. Tu boca cerrada deseosa de permanecer en silencio. Mis ojos desorbitados buscando frenéticamente un orgasmo o un grito tuyo.
Detente”
¿Por qué?”
Está temblando”
Es la cama”

Un ruido sordo. No abres los ojos. Estás tan quieta como las sábanas inmaculadas. La alfombra húmeda por el sudor mezclado con otros fluidos. Huele a sangre tibia. Te avergüenzas. No me importa, aún no hemos terminado. Te tomo de las manos y beso tu cuello. Abres la boca a la par de las piernas. Reanudo las embestidas. La sangre acumulada en tu interior se mueve en un oleaje incómodo. Gemidos de dolor orgásmico inundan la habitación, el pasillo, el piso entero. Una marea roja diluida se desborda.
«Sexo.»

Todo es quietud. Ahora te encuentras recostada sobre mi pecho, al otro lado de la cama, encerrada en el baño, dormida mientras observas con desprecio mi cuerpo y de reojo ves entretenida alguna película en la televisión. Con tus párpados cerrados revisas mi corazón. Aún late agitado. Te incita cierta curiosidad por probar cuántas veces más puedo complacerte antes de morir en un paro cardiaco
«.»

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Deje su huella en la casilla