3/3/14

Dios te salve



México, Distrito Federal.
Basílica de Guadalupe. 2:30 am.
El cardenal Elías Romero lleva meses sin poder dormir; ha adoptado la costumbre de trasnochar en iglesias y templos. Ahora se encuentra escondido en una de las esquinas de la basílica.
Tras cerciorarse de que se encuentra solo, camina hacia el altar //Todos sabemos que la pintura de la virgen que se encuentra en exhibición no es el manto original, pero no importa//
Como puede, baja el cuadro de la pared y saca la pintura del cristal. Con más ojeras que ojos contempla la imagen. Una mano se mueve adentro de la túnica. La tela sacra le estorba. Romero cierra los ojos mientras saca su pene y lo acaricia desespera(nza)damente. Cierra los ojos y eyacula. La Virgen de Guadalupe queda bañada en esperma.
El cardenal Elías Romero sigue con insomnio.

México, Estado de México. 1:40 pm.
La Tatis salió temprano de la secundaria y aprovecha para irse a casa. Un taxi se detiene al lado de ella y una voz desde el interior la llama. Ella voltea, mira el tarjetón del conductor para aprenderse el nombre y le dice “no gracias”. La Tatis apresura el paso.
El taxi nuevamente la alcanza. La ventanilla del copiloto baja y el conductor le ordena meterse al auto. La Tatis mira al taxista: tiene su verga flácida afuera y la acaricia mientras le habla.
La Tatis corre.
El taxista le cierra el paso con el auto: el cofre casi se estampa contra una pared y las llantas delanteras invaden la banqueta. El chofer sale del auto, corre hacia la niña y la sujeta; ella logra zafarse e intenta correr pero una zancadilla la detiene. Cae de bruces sin meter las manos. Se siente mareada, el peso de la mochila no ayuda. Un pie se estampa en su rostro. Casi pierde el conocimiento.
Lo único que siente la Tatis: unas manos despojándola de sus bragas, hurgando su sexo; algo duro y tibio entrando en ella, explotando un par de minutos después.
La Tatis llora.
Toda la cuadra vio lo ocurrido; una patrulla se detuvo en cuanto vio el taxi en ese sitio. Más de cien personas se reunieron en medio círculo observando al taxista y a la Tatis, pero el único registro público es un video en la deep web con el título “Colegiala mexicana violada”.

México, Ciudad Juárez. 7:30 pm.
El bar tiene apenas luz. Dos hombres conversan en una mesa apartada; uno de ellos llora y le dice al otro que no lo podía creer, que había escuchado historias, pero pensó que eran mamadas aunque uno nunca realmente podía estar seguro.
Le contó de un bosque allí mismo, en el centro de la ciudad. Un bosque de mujeres desnudas, casi descarnadas: con el cuerpo lleno de heridas supurantes. Mujeres plantadas en la tierra (a veces nada más los pies, a veces algo más) en posturas alargadas, con los miembros casi dislocados, las bocas desencajadamente abiertas y los ojos vacíos (a veces globos oculares blancos, a veces cuencas) viendo hacia el cielo.
Vio muchos hombres, sí, que buscaban a esas mujeres para saciar cualquier apetito: devorar un poco parte de los glúteos o las piernas o los pechos (pero morderlos en serio y arrancar un pedazo para comerlo). Hombres furiosos golpeándolas, exigiéndoles una vida donde ya no se encontraba. Hombres excitados penetrando sexos, anos y heridas (sobre todo las heridas) pintándose los penes con la sangre. Hombres fuera de sí defecando y orinando en las bocas de las mujeres más hundidas.

Más hacia dentro de ese bosque, le dijo, había mujeres sin rostro, con una cabeza lisa como un huevo y conforme uno avanzaba, iban adoptando algunos rasgos: uno ojo, un oído, algo de pelo, media boca, un lunar.
En lo más profundo, aseguró, encontré a una mujer que me daba la espalda. Tenía los pies enterrados, los miembros estirados hasta casi romperse (como los de todas), los ojos vacíos (no los vi en ese momento, pero se sentían vacíos) y la mandíbula casi rota de tan abierta.
Le toqué el hombro, dijo, evidentemente no se movería. La rodeé y la vi. Era…
El hombre rompe en llanto. Su interlocutor apenas articula “Era la Ta…”
Sí, mano, era ella.

Mala pata. Muy mala pata. Al compadre no le queda más que bajar la mirada y compadecerse del que pena. Deja unos billetes en la mesa, sale del bar y aborda su taxi.

México, Distrito Federal.
Basílica de Guadalupe. 8:30 am.
El cuadro no amaneció en su lugar al día siguiente, en vez de eso se encontraba una mujer dentro de una vitrina, salvo el manto verde estaba desnuda; la habían obligado a adoptar la misma postura que la Morena, le habían zurcido los ojos para que parecieran entreabiertos y le habían agregado dos pequeños toques: tenía llagas sangrantes y el cuerpo bañado con semen que apenas comenzaba a secarse.

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