I
Peseros
jugando a las carreritas. Interior de uno de los vehículos que se
cae a pedazos en cada enfrenón. Asientos de adelante ocupados por
ancianos, dos jovencitas cuchicheando en el largo asiento de atrás,
otra chica de la misma edad, en el extremo opuesto de ese asiento,
mira por la ventana. Sujeto de veintitantos años toma asiento
cerca de la estrecha puerta (abierta) plegable. El viento le golpea
la cabellera, se la arroja de lleno a la cara. Mira hacia el suelo,
hace calor pero no le importa, usa una chamarra negra y algo gruesa.
Sus labios murmuran una canción “eternidad/que a este demonio no
deja salir/encadenado en oscura prisión/y condenado por siempre a
morir”.
II
Parque
en Eduardo Molina. Dos niños sentados a la mitad de la cancha de
basquetbol. Los dos tienen un azul profundo e inmenso en las pupilas.
Sonríen.
III
Pareja
joven en autobús. Viajan por Calzada de Guadalupe hacia la Villa.
Suena la voz de Búnbury en alguna radio entrometida. «La peor
canción que te pueden dedicar es la “Chispa adecuada”». Él
hizo caso de la advertencia, pero no entendió a qué se refería
(hasta después). No dijo nada. Años más tarde escucharía esa
canción por accidente.
IV
Pasillo
de escuela. Él se encuentra sentado afuera del aula que le
corresponde a ella, la espera. Ella llega jugando y riendo con
Kruguer. Él cierra los puños con todas sus fuerzas, hace tiempo que
ella no juega así con él, que ella no ríe así con él.
Mismo salón. Noche. Ambos charlan. Ella
pide que no la espere al salir, que se vaya solo ese día y los que
vengan, que necesita espacio y tiempo. Él rompe en llanto, aún así
le dice que si eso necesita, está bien, lo hace. Y lo hace.
Al día siguiente él buscó un pretexto
para verla. La charla le resulta una grata sorpresa. Soledad
pospuesta.
V
Medio
día. Cancha de futbol rápido. Sólo un individuo entra al campo.
Deja botar el balón un par de veces para probar la cantidad de aire
en el esférico. Patea desde medio campo en dirección a portería.
Falla. Corre a recoger el bólido. Conecta otro golpe de primera. La
pelota describe una sutil curva y se incrusta en el ángulo. Ha hecho
el tiro de su vida en balde: un gol de práctica y que sólo él
ha visto.
VI
Una
pareja caminando por un entramado de jardincitos, cerca de la casa de
ella. Sueltan un “te amo” al mismo tiempo. Ella rompe en
entusiasmo: coincidieron.
VII
Dos
niños jugando a ser grandes rememoran sus años de la primer
infancia. En los labios de él se puede leer “Dragon Ball GT”.
Ambos hacen una mueca de disgusto. Él levanta el dedo índice y
menciona algo sobre la canción de intro. Ambos sonríen.
Él la abraza por la espalda y le canta en
susurro “voy a amarte para toda la vida, no me importa si aún no te
intereso, ven toma mi mano para huir de esta infinita oscuridad”
VIII
Cita
en el lugar de siempre. Día soleado. Él se encuentra recargado en
una columna afuera de la clínica veintiseis. Fuma un Zamba. Revisa
su reloj, indica que ella llegará tarde (como siempre). No nota el
carro negro pasar en frente de él. Se asoma a lo largo de la calle.
La ve caminar con un costal de libros, no viene sola. Finge no
verlos. Sostiene trémulo una bolsa con apenas un par de libros y
algunas películas que nunca vió. Cumplen el protocolo del saludo y
del inventario. Su cara lo dice todo: no sabe cómo llevará ese
costal inmenso en un transporte público a casa.
Se despiden. (//Una voz rasposa// “Llegó
un extraño y se llevó mi corazón prendido a tu cuerpo; vete con
él, sé feliz, no sufras más...”//le ayuda a mentirse//“Tu
recuerdo a mí me bastará”)
Cruza San Juan de Aragón por el puente
casi nuevo. Lleva el costal y una sarta de maldiciones a cuestas.
Pedirá un taxi para recorrer unos miserables quinientos metros a
casa.
IX
Él
teoriza ternuras en su oído. El bolero como sino:
Pacheco con sus Batallas
y ellos mismos con los Panchos. Él le canta “no hace falta que te
diga que me muero por tener algo contigo...”. A ella poco le
importan las palabras en esa ocasión: la melodía de la voz basta y,
en efecto, no hace falta que le diga, porque tampoco ella necesita
decírselo: los dos lo sabían de antemano.
X
Cancha
de futbol rápido. Medio día. Situación rara: hay retas. Diez
jugadores entran al campo y cierran las puertas. Se juega a dos
goles. Esta modalidad resulta masoquista: el equipo ganador no puede
obtener un descanso, vieja y vigente muestra de la ideología del
súper-hombre: el ganador debe vencer infinitas veces a sus
contrincantes, no se cansa, no pide tiempo, no falla.
Hay un portero que alinea, pero nadie lo
sabe. El portero es un suicida y el delantero un asesino. Él juega
ambas posiciones; tiene un once tatuado en la espalda sin ser zurdo,
aún así la banda izquierda le resulta comodísima.
Baja hasta el área a defender. Recupera
el balón, toque al primer compañero que ve. Corre al centro. Recibe
de vuelta. Pase a la banda. Rebasa por la espalda. Nuevamente tiene
el balón //Primer jugada que arma desde hace seis años// Imprime
velocidad, mano a mano con el portero por un par de segundos. Otro
chico le muerde los talones y presiona para tirar mal. Disparo
cruzado con toda la fuerza de su empeine. El portero contrario, con
un simple gesto firme de la mano, desvía y salva.
Una hora después, nadie puede sacar a
esos cinco chavales del campo. Por fin han descubierto que hay un
portero entre ellos.
Tiro de esquina. Partido empatado uno a
uno. //Sol y cansancio ya merman físico// El portero emprende una
carrera hasta el área enemiga. Todo el equipo lo mira azorado.
Brinca, vuela, impacta el balón con la cabeza. Su némesis lo ve
impactado: hay nueve espectadores en el pasto sintético. La pelota
choca en la parte inferior del arguero. No entra.
Despeje largo a la portería huérfana.
No le importa al resto del equipo perder, ya
querían un descanso. Felicitan al suicida por la hazaña (fallida).
Premio de consolación
XI
Un
correo trae recuerdos, diciembre trae recuerdos, el frío trae
recuerdos, las rolas traen recuerdos. Bien visto, muchas cosas
parecen un estúpido Delorean.
XII
Ella
canta “Yo soy María de Buenos Aires”. Él apenas y entiende la
letra, pero Piazzolla le sabe hermoso en su voz.
“Tengo atorada tanta ternura”.
XIII
El
sujeto de cabello largo en la micro murmura “No hay esperanzas en
tu corazón, ya no existe el camino al perdón...”.
Baja súbitamente del vehículo. Camina
por la avenida. Enciende un cigarrillo. Saca el humo por la boca
mientras mueve los labios “... pero sé y entiendo que amor
necesitas tú y el valor para pelear en mí lo hallarás...” otra
fumada “voy a...”
XIV
Mujer
caminando por la Alameda. El sol cae de lleno sobre edificios,
árboles, asfalto, tierra, autos, personas. El viento juega con su
cabello.
Sujeto con mochila al hombro caminando por
Bellas Artes. Parece perdido, en realidad no tiene idea de a dónde
dirigirse. Mira hacia Madero, le parece estúpido intentar cruzar la
marabunta humana; mira hacia la Torre Latinoamericana, piensa que un
museo sería mejor opción. Revisa cuánta guita trae encima: poca,
ya gastó en un boleto de cine.
La mujer lo observa, parece reconocerlo.
Se acerca a una distancia prudente, como si él fuera un animal
nervioso que escapase ante la presencia sorpresiva de alguien en su
entorno. Se saludan, charlan sobre sirenas, se despiden.