Llena
la solicitud. El perfil preciso no es relevante, sólo importa cuán capaz es de
poder variarse en un mismo entorno, de encajar en la zona asignada, de estar
completamente seguro de la logística para la movilidad del cuerpo junto con
todos aquellos armatostes que deban ser trasladados. Sin embargo, si llegas a
contrariar el platonismo lacónico del arquetipo solicitado posiblemente
termines en las calderas como leña –de ser así tu familia recibirá tu sueldo,
incluso aquella paga vacacional, hasta que piel, cabello, órganos y huesos no
sean más que energía, humo, cenizas y recuerdos– pero aún es pronto para
concientizar acerca del tema: no error, no hoguera, ¿entiendes?
¿Qué
pasa? Veo temor en tus pupilas. ¡No tiembles! Yo no me encargo de corregir los
desperfectos, sólo recluto personal, informo a los interesados de las políticas
de trabajo, firmo algunos documentos, puro papeleo. ¿Qué ves? ¡Oh! ¡El látigo!
No te preocupes. Es mero fetiche coleccionista: vale millones acá arriba. Sí,
es ese mismo látigo que piensas. No tengas miedo. No somos tan primitivos. No
lastimamos inocentes. Se han empezado a mover las cadenas de tu silla. Será
mejor que calmes tu ritmo cardiaco, esa cosa es como un animal, percibe las
emociones que destrozan tus nervios; las deglute como bocadillo, luego te
despoja de todo recuerdo y, nuevamente, sólo quedan piel, cabello, órganos y
huesos, que van a parar al fuego para quedar reducidos en... bueno, ya sabes
–por cierto, no hay paga si no has firmado el contrato; por el color de tu
cara, además del ligero goteo de tu sangre sobre el suelo debido a la
contracción de los eslabones, te recomendaría que, aunque fuese con la boca,
hagas algún garabato sobre el papel; eso o calmarte– .
Bien,
comienzas hoy mismo, si la silla te suelta. Por cierto, te recomendaría
apresurarte, porque al jefe no le gustan los holgazanes ni los pretextos, por eso él
mismo aplica los correctivos, da las pláticas motivacionales, todas aquellas
pantomimas útiles para mantenerlos trabajando felices.