20/3/15

Lo que vendrá


Después del affair de la casa blanca de Enrique Peña Nieto, MVS despidió a los reporteros que encontraron la noticia que apuntaba con todas miras a un caso de corrupción donde estaban coludidos, básicamente, todo el PRI. Días después, se anuncia que no despedirán a Gutiérrez de la Torre, el “rey de la basura”, quien además de sobresalir por su obesidad mórbida, mantenía una red de prostitución dentro de las oficinas del PRI.

El mensaje del partido tricolor es claro: la cúpula de poder no se toca; la cúpula de poder puede y debe hacer lo que quiera mientras que los de abajo no pueden ni quejarse. ¿Será?
Muchas veces he dicho que el pueblo mexicano tiene el gobierno que merece. Algunos adjudican a que ya se vivió un periodo de violencia durante doscientos años y que se prefiere una paz de rodillas a una vida mejor (porque ya no se quiere derramar sangre).
Sin embargo, tal paz no existe. La llamada guerra contra el narco removió las aguas turbias de algo que pasaba pero que nadie decidía ver: asesinatos y ejecuciones de cárteles entre sí y de ciudadanos que simplemente no cooperaban con las cuotas impuestas; un narcogobierno en el interior de la república que convirtió el territorio nacional en una actualización de lo que ya acontecía durante los tiempos de la Revolución. Mejores armas (importadas desde Alemania), nuevos mecanismos de tortura y la transmisión de las masacres en Youtube no como un documental sino como amenaza.
Diariamente aparecen fotos de niñas secuestradas en Edomex (estado del que fuera gobernador el actual presidente) y alrededores; para todos es conocido el negocio de la trata sexual de menores, el Río de los Remedios como fosa común de cadáveres femeninos y Ciudad Juárez como un panteón infinito de cruces rosas.

Primero, el petróleo y los empleos, luego el agua, ahora las mujeres y los niños. Somos ciegos o cobardes, o acaso pensamos que ingenuamente todo estará bien mientras la mierda no toque a la familia (aún cuando ya haya salpicado a algún amigo). Si ante los claros avisos de lo que viene, si durante el momento cenit aún se mira hacia otra parte, se confirmará lo dicho: cada pueblo tiene el gobierno que merece.
Si somos menos los que vemos y predicamos en desiertos, quizá sería mejor iniciar un éxodo: abandonar la nave porque este barco se hunde con todo y ratas.

10/3/15

Crónica de un fracaso anunciado

En menos de la mitad del sexenio, las reformas que implican el uso de recursos naturales y de trabajo humano, han pasado por el H. Congreso de la unión sin mayor oposición que un grito inútilmente desesperado desde un moreno y marchito sol amarillo. Las reformas laboral y energética desataron revuelo y protestas por doquier; el chispazo más alto del fuego  desatado ahí vino con la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, protesta que, como la del EZNL, sigue en pie pero ya no cala al cuerpo administrativo del Estado.
Recientemente se anunció la reforma respecto al agua. Otra propuesta más disfrazada de un cambio necesario que impulsará una mejor vida para todos, pero que da más concesiones al sector privado para hacer uso del recurso natural.
Quizá en otro contexto, este tipo de cambios resultaran efectios pues son consistentes con el afán modernizador que impulsó la revolución industrial y que permitió el crecimiento de Estados Unidos y de Europa. Sin embargo, el mundo del siglo XXI no es el mismo de aquel entonces. El planeta ha sufrido una devastación en aras del progreso tecnológico (cultural) bajo la consigna de reparar los daños en cuanto el proyecto de la modernidad terminase. Evidentemente, el programa industrial del avance es interminable, pero el planeta aún podía soportarlo (en ese momento). Actualmente, los ecosistemas parecen estar al límite de sus condiciones habitables (de ahí el auge por los proyectos amigables con el ambiente; mantener limpias las calles y los parques, huertos caseros, programas de reforestación, combustibles alternativos, etcétera) y México no está excluido del deterioro ambiental global.
México se une demasiado tarde a la carrera modernizadora cuya mecánica consiste en sacrificar los recursos naturales para obtener una mejor calidad de vida en las ciudades. Sin embargo, desde las primeras reformas quedó claro que lo puesto en venta, al servicio de una promesa de réditos amplios, no ha funcionado: la calidad de vida simplemente no mejora, ni lo hará. Como un mal inversionista, pone sus esperanzas en una empresa que ha funcionado durante años pero ya está en su peor momento, en su declive.
Nunca hubo una preocupación real por utilizar eficientemente dichos recursos ni por cuidarlos por lo que pone en rebaja sus últimos años de vida útil.