13/2/12

T. M. F. T. V.* (ft. One Pretext)

Una dulce conejita me dijo que veo demasiada televisión. Quizá sea cierto. Pero algo bueno debe salir de todo ésto, ¿no? Digo, pasar horas frente a las imágenes que transmite una cajita brillante (cajita o prolongación de la pared ––unas cuantas pulgadas, apenas, según se ve en esos comerciales–– ) debe tener algún fin productivo, quizá no en el sentido estricto de la palabra, pero al menos debe permitirnos aportar algo a la enciclopedia individual (en honor a todas esas neuronas que mueren a causa de quedarse estático frente al televisor).
Un librito de un estudio casi serio sobre Dr. House (a.k.a. Hugh Laurie) traía de subtítulo justamente algo al respecto, indicaba las bondades de ver más televisión. Coincido; resulta indispensable ver televisión. No sólo como medio de entretenimiento, sino como distribuidor de cultura. Wilde ya opinaba sobre periódicos estúpidos que mantienen a los intelectuales informados de lo que opinan los idiotas; algo parecido sucede con el televisor, aunque no siempre es lo mismo (pues se puede encontrar contenido bueno, disfrutable y que enseñe algo: para mí, House fue un parteaguas una noche de insomnio hace más de tres años, cuando yo me resistía a ver series gringas porque eran malas malísimas ––y nunca había visto una serie gringa, pero seguía con religiosidad el prototipo de comentario “culto”: si viene del vecino del norte, mejor deséchalo, no eres su jardín trasero–– pero ese doctorcillo me dio una bofetada con aquella frase promocional de canal cinco: “¿Prefieres un doctor que tome tu mano mientras mueres o uno que te ignora mientras sanas?”).
Un (otro) ejemplo destacable: The Simpsons. Una de las primeras críticas animadas que vi (antes de quedarme paralizado ante la irreverencia de South Park, recordar por qué no entendía Daria y ver desde otro horizonte Ren y Stimpy). Ahora veo algunos capítulos que alcancé a visualizar cuando más pueril, pero que, igualmente, entendía nada. Mi paradigma ahora es el episodio respecto a los 90's con Homero Cobain tocando en Sadgasm. Por primera vez en mi vida quise escuchar en serio a Nirvana. Bart me hizo interesarme un poco en los Pistols (debo admitirlo, siguen sin gustarme, ya alguien dirá que tengo un pésimo gusto musical).
Otra cosa que una vez discutí con una amiga fue el cambio de cosmovisión infantil con la (oh, gran) saga Dragon Ball (desde su alfa hasta su... final antes de GT). Allí uno aprendió otra cultura sin querer, aprendió a reírse del diablo de otra forma menos mexicana (Ox Satan y Mr. Satan, personajes completamente risibles), la estética de la perversión lúdica (gracias, Roshi-sensei) y que los niños no provenían de lechugas azarosas (como los sobrinos de generación espontánea de los Looney Toons): ¡Goku tuvo descendencia! ¡Las personas podían tener hijos! ¡Las personas tenían hijos! (como infante uno llega a creer que los dibujos animados son tan reales como el codazo en el ojo que te dió “accidentalmente” tu bully personal).
Ciertamente, a la caja idiota le debo mucho. Sueños de ser entrenador pokemon, ganas de practicar artes marciales, oníricas jugadas futboleras al más puro estilo de Tsubasa (Oliver) Atom. Especialmente le debo también los videojuegos (sólo piensen, ¿dónde mierdas veríamos los gráficos de no ser en una tevé?).
Así que sí: He visto un putemadral de televisión y no pienso detenerme; aunque, como el rock ––ya me decía cierto Doc–– parece morir poco a poco: últimamente me sorprendo agradecido por la transmisión de repeticiones y repeticiónes de un buen capítulo. Las nuevas series sencillamente no llaman la atención suficiente. Quizá sea mi costumbre de arraigo a lo conocido, ni puta idea.
La tecnología nos atrapa en ese círculo de repeticiones infinitas.

Hace tiempo hubo en la FFyL un evento: Telecápita. Hoy, el profesor que guiaba (y que, creo, todavía guía este proyecto) esperaba una visión crítica sobre las tecnologías nuevas, pero aún seguimos pasmados por los teclados touch y la posibilidad de tener un trasero bien pateado por algún oriental que juegue on-line con nosotros. El futuro nos alcanzó, lo que creíamos posible hasta el año 2000 (en los 90's) y que prolongamos a un futuro (indeterminado cuantitativamente, pero un futuro) nos llegó antes de lo planeado y nos sorprende (por poco tiempo, en lo que logramos dominar las funciones básicas, familiarizarnos ––familiarizar, allí está el meollo, uno integra a la res tecnológica como otro miembro familiar–– con los mandos y comandos), pero no basta. La tercera dimensión ya es insuficiente, queremos vivir realidades virtuales con sensaciones reales (es mi sueño de gamer desde que jugué Zelda en un Nintendo 64). Y no observamos que ese futuro de ensueño de a poco se nos materializa y queremos más, más, más... más tecnología, ¡más!

Simplemente basta preguntar ¿quién no ha querido poder descansar los ojos y aún así seguir viendo la televisión o seguir jugando con la consola en turno (desde un Atari hasta el XBox 360, PS3 o Nintendo Wii)? Yo me declaro culpable.

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*Too Much Fuckin' T. V.
Imágenes de:
1. Simpsons fusion House http://www.10puntos.com/wp-content/uploads/2008/07/house_m_d__simpsonified_by_mikkegallardo.jpg
2. Telecápita: http://www.telecapita.com/image/fotos/10.jpg

2 comentarios:

  1. Gran post. Me identifico con la gran mayoría de lo aquí comentado de manera elegante - Zero

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  2. Somos de la misma comuna, che, lo somos.
    Gracias por comentar.

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