21/4/17

De las palabras vacías



Las palabras cuya intención es prometer sin cumplir para obtener un beneficio son, tal vez las más dañinas. Hay un concepto curioso y que, en cierta forma cuadra con lo anterior: palabra vacía. Se refiere a las palabras cuyo significado depende del contexto, tiene funciones meramente sintácticas y puede adoptar casi cualquier significado. El uso popular de la expresión “palabra vacía” denomina a las palabras que tienen intenciones veladas para el receptor, esas palabras dañinas a las que me referí anteriormente: promesas sin la firme intención de ser cumplidas.
En cierto sentido, nuestra vida también es vacía. Su significado está dado por un contexto (nuestro aquí y nuestro ahora), tiene funciones meramente sintácticas (es el resultado obligado de otras estructuras como el sexo o la familia) y puede adoptar casi cualquier significado (porque en esencia no tiene). Las palabras vacías se pueden utilizar ad nauseam sin ningún problema. De hecho, se han utilizado tanto que su significado se ha “desgastado”; de igual forma sucede con la vida.
Una de las premisas de Freud indica que cada persona comete parricidio y termina convirtiéndose justo en eso que acaba de destruir. Quizá hay algo de esa idea en Pedro Páramo y en la historia de la familia Buendía: la historia de un hombre es la historia de cada hombre de su familia. Estamos condenados a los ciclos y sus infinitas repeticiones: eterno retorno a putecientos mil revoluciones por segundo. Por eso olvidamos que jamás fuimos los únicos y que lo que nos sucedió ya ha ocurrido millones de veces en la historia (y que seguirá ocurriendo mientras la humanidad persista).
Nuestra vida también se ha desgastado, porque en esencia es la vida de cada uno de los que han estado antes de nosotros e, incluso, de los que están en el mismo plano pero en diferente geografía.
Si nuestra vida es una palabra vacía, ¿por qué terminarle implica un pequeño cataclismo local? Seguramente, porque es un recordatorio para el resto de palabras vacías de cuál es su naturaleza y su destino. Particularmente, el suicidio es un espejo que se pone frente a otros y que obliga a recordar esa frasecita de la película Gladiador: “sólo polvo y sombras”; el doctor Manhattan tiene razón: la especie entera puede extinguirse y el universo ni siquiera se inmutaría; eso no quita el valor de verdad a lo que enuncia posteriormente sobre el milagro de la existencia de vida en la Tierra, pero tampoco implica que dicha vida tenga un valor agregado. Las cosas son y están.
Una palabra vacía no puede hacer una diferencia. El asombro que nos puede provocar una palabra vacía depende de su contexto. En el ínfimo caso de que surja entre nosotros una palabra plena, tampoco importaría demasiado: todo significado es susceptible de erosión. 
Las existencias vacías sólo pueden proferir palabras vacías. No se puede dotar una cosa de algo que no se tiene.