3/2/17

Retrospectiva. Ironía para los votantes de Trump



Creo que jamás pensé observar una disidencia política tan fuerte, tan de mi lado, dentro del gran vecino del norte. Todos vimos la tempestad aproximarse y todos pensamos que jamás tocaría tierra, porque en Estados Unidos se encuentra una de las cumbres de la civilización y que los intereses sociales tenían aún cierta importancia. Cuando Trump propuso eliminar el programa de Obamacare, retirar al país del TLCAN, imponer medidas antimigratorias y eliminar los derechos sobre la sexualidad de los individuos, su presidencia parecía muy lejana. Algo que sólo un idiota aprobaría. El optimismo nos hizo olvidar que la gente, en efecto, es idiota.
Durante el periodo de campaña vi numerosas veces en sitios como 9gag, Tumblr, Twitter y Facebook, comentarios sobre por qué la gente votaría por Trump; todas fueron imágenes que buscaban ofender a sus votantes potenciales. Lo cool era estar en la disidencia, lo políticamente correcto, lo progresista. Nadie quería ser asociado con ese tipo quien usaba un eslogan con reminiscencias genocidas. En la fiebre festiva por tener un contendiente cuya victoria parecía imposible, también salió lo peor de nosotros mismos.
Incluso cuando debimos tomar el asunto más en serio, cuando Donald obtuvo la candidatura por parte del partido Republicano, continuamos con la idea de que esa pesadilla no pasaría al mundo de la vigila. Error.
El sistema de los debates presidenciales nos da una idea falsa de lo que puede ocurrir, que la gente cambiará de opinión a favor del orador más elocuente y con las mejores propuestas; la democracia se fundamenta en la premisa de que un pueblo sabe elegir lo que es mejor para sí, sin embargo obvia el hecho de que las personas están en constante conflicto entre el bienestar individual y el colectivo (pues se asume que un pueblo pensará en lo segundo).
La ideología dominante en occidente ha hecho que el individuo sea la medida básica del mundo. Generalmente, las personas entienden su entorno en función de sí mismas. Entonces, resulta normal que, cuando una persona quiera decidir el rumbo de una nación, en realidad piense únicamente en su bienestar. Tristemente, se omite el hecho de que, aunque muchas personas coincidan en la búsqueda del bienestar individual, los recursos siempre son limitados y que, tal vez, su “campeón” no se haya referido específicamente a esos individuos cuando habló de volver a hacer grande a una nación.
Me resultan familiares los casos sobre inmigrantes que provienen de Latinoamérica o de cualquier otra región del mundo que, en un afán de ser aceptados por la comunidad estadounidense, se tornan en contra de sus raíces, reniegan de la lengua de sus padres y rompen culturalmente con las tradiciones; como cualquier otra persona, sólo buscan aceptación y es algo perfectamente normal. El problema ocurre cuando en su autoconcepción pierden el piso. Olvidan que cuando un hombre naranja blanco, estadounidense por nacimiento y con una posición privilegiada (política y económica) habla de deportar a todos los parásitos de su país, no sólo se refiere a los indocumentados o a quienes aún abrazan su cultura nativa, sino también a ellos que quisieron abrazar un nuevo hogar, porque no cuentan con un supuesto “derecho de nacimiento” sobre esa tierra. Ayer leí un post con la ironía esperada: alguien que votó por Trump, cuya pareja no puede ingresar nuevamente al país debido a las restricciones migratorias. Quizá ahora caigan en cuenta del riesgo en que han puesto al mundo. Aunque, tal vez, ya sea demasiado tarde.