24/5/14

Visto desde arriba


Observo esos rostros
aquellos ojos
y las bocas.

Un cuerpo flota.

Se eleva
se incendia
se conmueve
y

c
a
e
.



El aire le sofoca,
araña (de) la carne
(con) la marca
con (las) telarañas
de (la) tibia sangre.

Los pulmones
estallan,
los nervios
se rompen,
los ojos
se secan
y el llanto
cesa. 

 

3/5/14

Khar Darakh



1.
Bien visto, el precio del infierno no es tan alto.; ahora tengo la certeza: soy una de las antesalas a la muerte; sé que la tengo en las entrañas, a un (con)tacto de distancia. Soy una pesadilla recurrente a una pastilla de distancia. Soy el panteón, el fantasma y el testigo.

2.
“Ha de ser horrible escuchar el grito de los condenados” murmura la voz de mi hermana mientras me clava sus pupilas en mis ojos.
“No si tú posees el látigo”. Parece aliviada en cuanto lo digo; lo que ella no sabe es que los traumas nunca se superan, a veces ni siquiera se olvidan.

3.
Frase tallada al pie de una estatua de la Santa Muerte

“No temas a donde vayas
que has de morir donde debes”

Los dos leemos varias veces la inscripción. Ella duda de las supersticiones locales, yo tan sólo sonrío:
“Uno muere en un momento decisivo, lo demás (lo que le sigue) es mero trámite”

4.
Resigné mi muerte entre tus dedos una tarde: guardé la guadaña marcada con mi nombre y con mis días; la encadenaste a una pared.

Algunas noches recorro el filo con la palma de mi mano y todo se retuerce: se me cae el cabello, la mano se descarna y mi boca sabe dulcemente a tierra yerma.

Esa cosa tiene vida propia; a veces busca mi cuello (a veces, el tuyo). Lo sabes: también la has escuchado agitándose con furia; el insomnio que te obliga a abrazarme lo confirma.

Sé que intentaste todo para eliminarla, pero ni el óxido ni el fuego funcionaron: mi muerte no se quiebra con nada; yo la resigné, pero su voluntad siempre ha sido otra.

5.
Ella camina por una gran avenida, bajo la luz amarillenta de las lámparas acomodadas en fila. No me ve, pero sabe que estoy allí y que la miro. Sus ojos perdidos en algún punto fijo más allá de la curvatura de la calle; sonríe flojamente y me enseña sus brazos. De sus muñecas corren hilos de sangre, líquido rojo que fluye hasta el suelo y se adhiere a él.

6.
A ella también la sepultaron con lluvia, una mañana extrañamente cálida. Su muerte consistió más en una bienvenida que en lamentos irrefrenables.
Dicen que ese pedazo de tierra será su última morada. Idiotas: nunca tuvo casa; se la pasaba vagando sin rumbo distancias estúpidamente largas (y yo la seguía a donde fuese, sin importar la hora, la comida, el dinero o lo riesgoso del viaje).

¿Y su hermano?”
“Ahí está, justo al lado de ella. Siempre juntitos los dos”
¡Tan joven! ¿Y ahora?”
“Pues ya. Ni modo. No hay nada más”

7.
Se equivocan. No estoy muerto no estoy muerto no estoy muerto no estoy La guadaña nunca miente ya no se agita Eso debería decir algo ¿no? Sus venas están regadas por la ciudad las sangre dentro de sus venas contamina las calles (y viceversa) rompe el concreto lentamente La guadaña tiene venas y también sangra, ya no se agita pero sangra Eso no me dice nada aunque ahí esté dicho todo soy incapaz de escucharlo El filo entre mis manos el filo entre sus dedos el filo contra su piel el filo contra mi cuello No estoy muerto no estoy muerto no estoy El abismo sale barato sólo un paso y ¡plaf! Su cuello mis uñas sus dedos mi garganta sus dientes mi costado mi mandíbula su carne la sangre la sangre la sangre No estoy muerto no estoy muerto no estoy