14/1/13

Tiempo(s) extra


I
Peseros jugando a las carreritas. Interior de uno de los vehículos que se cae a pedazos en cada enfrenón. Asientos de adelante ocupados por ancianos, dos jovencitas cuchicheando en el largo asiento de atrás, otra chica de la misma edad, en el extremo opuesto de ese asiento, mira por la ventana. Sujeto de veintitantos años toma asiento cerca de la estrecha puerta (abierta) plegable. El viento le golpea la cabellera, se la arroja de lleno a la cara. Mira hacia el suelo, hace calor pero no le importa, usa una chamarra negra y algo gruesa. Sus labios murmuran una canción “eternidad/que a este demonio no deja salir/encadenado en oscura prisión/y condenado por siempre a morir”.

II
Parque en Eduardo Molina. Dos niños sentados a la mitad de la cancha de basquetbol. Los dos tienen un azul profundo e inmenso en las pupilas. Sonríen.

III
Pareja joven en autobús. Viajan por Calzada de Guadalupe hacia la Villa. Suena la voz de Búnbury en alguna radio entrometida. «La peor canción que te pueden dedicar es la “Chispa adecuada”». Él hizo caso de la advertencia, pero no entendió a qué se refería (hasta después). No dijo nada. Años más tarde escucharía esa canción por accidente.

IV
Pasillo de escuela. Él se encuentra sentado afuera del aula que le corresponde a ella, la espera. Ella llega jugando y riendo con Kruguer. Él cierra los puños con todas sus fuerzas, hace tiempo que ella no juega así con él, que ella no ríe así con él.
Mismo salón. Noche. Ambos charlan. Ella pide que no la espere al salir, que se vaya solo ese día y los que vengan, que necesita espacio y tiempo. Él rompe en llanto, aún así le dice que si eso necesita, está bien, lo hace. Y lo hace.
Al día siguiente él buscó un pretexto para verla. La charla le resulta una grata sorpresa. Soledad pospuesta.

V
Medio día. Cancha de futbol rápido. Sólo un individuo entra al campo. Deja botar el balón un par de veces para probar la cantidad de aire en el esférico. Patea desde medio campo en dirección a portería. Falla. Corre a recoger el bólido. Conecta otro golpe de primera. La pelota describe una sutil curva y se incrusta en el ángulo. Ha hecho el tiro de su vida en balde: un gol de práctica y que sólo él ha visto.

VI
Una pareja caminando por un entramado de jardincitos, cerca de la casa de ella. Sueltan un “te amo” al mismo tiempo. Ella rompe en entusiasmo: coincidieron.

VII
Dos niños jugando a ser grandes rememoran sus años de la primer infancia. En los labios de él se puede leer “Dragon Ball GT”. Ambos hacen una mueca de disgusto. Él levanta el dedo índice y menciona algo sobre la canción de intro. Ambos sonríen.
Él la abraza por la espalda y le canta en susurro “voy a amarte para toda la vida, no me importa si aún no te intereso, ven toma mi mano para huir de esta infinita oscuridad”

VIII
Cita en el lugar de siempre. Día soleado. Él se encuentra recargado en una columna afuera de la clínica veintiseis. Fuma un Zamba. Revisa su reloj, indica que ella llegará tarde (como siempre). No nota el carro negro pasar en frente de él. Se asoma a lo largo de la calle. La ve caminar con un costal de libros, no viene sola. Finge no verlos. Sostiene trémulo una bolsa con apenas un par de libros y algunas películas que nunca vió. Cumplen el protocolo del saludo y del inventario. Su cara lo dice todo: no sabe cómo llevará ese costal inmenso en un transporte público a casa.
Se despiden. (//Una voz rasposa// “Llegó un extraño y se llevó mi corazón prendido a tu cuerpo; vete con él, sé feliz, no sufras más...”//le ayuda a mentirse//“Tu recuerdo a mí me bastará”)
Cruza San Juan de Aragón por el puente casi nuevo. Lleva el costal y una sarta de maldiciones a cuestas. Pedirá un taxi para recorrer unos miserables quinientos metros a casa.

IX
Él teoriza ternuras en su oído. El bolero como sino: Pacheco con sus Batallas y ellos mismos con los Panchos. Él le canta “no hace falta que te diga que me muero por tener algo contigo...”. A ella poco le importan las palabras en esa ocasión: la melodía de la voz basta y, en efecto, no hace falta que le diga, porque tampoco ella necesita decírselo: los dos lo sabían de antemano.

X
Cancha de futbol rápido. Medio día. Situación rara: hay retas. Diez jugadores entran al campo y cierran las puertas. Se juega a dos goles. Esta modalidad resulta masoquista: el equipo ganador no puede obtener un descanso, vieja y vigente muestra de la ideología del súper-hombre: el ganador debe vencer infinitas veces a sus contrincantes, no se cansa, no pide tiempo, no falla.

Hay un portero que alinea, pero nadie lo sabe. El portero es un suicida y el delantero un asesino. Él juega ambas posiciones; tiene un once tatuado en la espalda sin ser zurdo, aún así la banda izquierda le resulta comodísima.

Baja hasta el área a defender. Recupera el balón, toque al primer compañero que ve. Corre al centro. Recibe de vuelta. Pase a la banda. Rebasa por la espalda. Nuevamente tiene el balón //Primer jugada que arma desde hace seis años// Imprime velocidad, mano a mano con el portero por un par de segundos. Otro chico le muerde los talones y presiona para tirar mal. Disparo cruzado con toda la fuerza de su empeine. El portero contrario, con un simple gesto firme de la mano, desvía y salva.

Una hora después, nadie puede sacar a esos cinco chavales del campo. Por fin han descubierto que hay un portero entre ellos.
Tiro de esquina. Partido empatado uno a uno. //Sol y cansancio ya merman físico// El portero emprende una carrera hasta el área enemiga. Todo el equipo lo mira azorado. Brinca, vuela, impacta el balón con la cabeza. Su némesis lo ve impactado: hay nueve espectadores en el pasto sintético. La pelota choca en la parte inferior del arguero. No entra.
Despeje largo a la portería huérfana.
No le importa al resto del equipo perder, ya querían un descanso. Felicitan al suicida por la hazaña (fallida). Premio de consolación

XI
Un correo trae recuerdos, diciembre trae recuerdos, el frío trae recuerdos, las rolas traen recuerdos. Bien visto, muchas cosas parecen un estúpido Delorean.

XII
Ella canta “Yo soy María de Buenos Aires”. Él apenas y entiende la letra, pero Piazzolla le sabe hermoso en su voz.
Tengo atorada tanta ternura”.

XIII
El sujeto de cabello largo en la micro murmura “No hay esperanzas en tu corazón, ya no existe el camino al perdón...”.
Baja súbitamente del vehículo. Camina por la avenida. Enciende un cigarrillo. Saca el humo por la boca mientras mueve los labios “... pero sé y entiendo que amor necesitas tú y el valor para pelear en mí lo hallarás...” otra fumada “voy a...”

XIV
Mujer caminando por la Alameda. El sol cae de lleno sobre edificios, árboles, asfalto, tierra, autos, personas. El viento juega con su cabello.
Sujeto con mochila al hombro caminando por Bellas Artes. Parece perdido, en realidad no tiene idea de a dónde dirigirse. Mira hacia Madero, le parece estúpido intentar cruzar la marabunta humana; mira hacia la Torre Latinoamericana, piensa que un museo sería mejor opción. Revisa cuánta guita trae encima: poca, ya gastó en un boleto de cine.
La mujer lo observa, parece reconocerlo. Se acerca a una distancia prudente, como si él fuera un animal nervioso que escapase ante la presencia sorpresiva de alguien en su entorno. Se saludan, charlan sobre sirenas, se despiden.

6/1/13

Un año del Infernáculo

Otro año se va. Ya sé que año nuevo pasó hace una semana, sin embargo justo hoy hace un año que inicié con este sitio El conde del Infernáculo. Aunque no sé si tenga más visitas que las mías (desconfío mucho del contador de la página), me siento feliz con lo que hay aquí: un (pésimo) poemario, algunos cuentos, otros poemas sueltos, ensayitos esporádicos... Todo va bien, al menos ya hay un año de trabajo constante aquí, eso me alegra un poco //Logro desbloqueado//. Así que ¡a darle átomos!