31/12/12

Poema-Cover

Hace años una Corsaria me escribió unos versos reclamándome mi fama de mujeriego. Tiempo después yo escribí, en una de las páginas falsas de Farabeuf, un poemita que, sin querer se volvió un cover de esos versos:

¿Cómo cotejarte con tu reflejo?
En cada universo, alguien como yo
besa el espacio que va de
tu piel al infinito.
Inmaculada, enardecida, sublimada,
mujer. Mujer con cada letra,
así como en el Cratilo.
Tu nombre corresponde a lo que eres.
Si te hubiese visto y no hubiera hablado
te habría llamado amada
desde el principio.

(México, ¿2009-2010?)

Princesa de cristal


Para... 
Princesa de cristal
Así se dicen entre vosotras, ¿no?
Princesas, florecillas, niñas divinas
que juegan lo mismo que nosotros,
pero lo juegan mal.
¿Malentendieron el instructivo acaso?
Este tramo no tiene atajos
y vosotras no pilláis.
Princesita de cristal, flor nitrogenada
quebradiza a cada tramo de tu cuerpo
huesos, piel y nervios
todo todo fragilidad
todo todo la máscara más cara.
No soportarías el peso
de esto que te entrego,
pues ni podés con el tuyo propio.
Tan endeble, tan liviana.
“Hazme tuya” me dijiste
¿Cómo asirte si pronto serás aire?
¿si de cristal serás nada?

30/12/12

El botón Reset, la opción Restart/Retry

En todas las consolas de videojuegos que conozco existe un delicado y poderoso objeto/opción-en-el-menú-de-pausa capaz de (pseudo)erradicar todos los errores cometidos durante la partida, sin importar cuán absurdos, estúpidos o fatales hayan sido: el Reset/Restart/Retry. Nada más útil y peligroso que dotar a un macarra con el enorme poder de regresar en el tiempo: puede que el imbécil haga todo bien sólo la enésima vez.
Se podría pensar en la no-consecuencia o en que promueve la estupidez del fallo constante, pero no es así: cualquier buen gamer sabe que ese delicado objeto consiste en el último recurso del cobarde: no lo toca a menos que los gráficos indiquen que el programa se ha trabado: muchas veces resulta más honorable (más disfrutable, incluso) enfrentarse al trágico desenlace de la muerte del personaje que recurrir cobardemente al Reset/Retry: resulta incluso más fructífero ver cómo terminan las acciones tras los recurrentes errores antes de re-intentar el puzzle/combate/nivel. Resulta posible pensar mejor cuando se manejan todas las variables (o al menos, a esa teoría nos ceñimos muchas veces).
Por lo que, resetear es justo eso: la esperanza de hacer las cosas mejor la próxima vez, reiniciar el calabozo/combate y enfrentar al enigma/enemigo una vez más con la idea de vencerle definitivamente. Reset equivale a renovación, no a un simple reinicio de máquina que no aprende: el videojugador posee inteligencia (presumiblemente) y sabe qué pasos lo han llevado al fallo estrepitoso. El reset consiste en un oriboros tecnológico, una enseñanza desde el micromundo de gráficos digitales o en pixeles de que en la posmodernidad no todo está perdido, se vale regresar al nivel/calabozo e intentarlo de nuevo.

18/12/12

Un deseo...

Le encontrás en la cocina con un aire inocente, mientras el vapor del agua en la tetera se escapa con tiernos remolinos traslúcidos, y te pierdes entre las notas de un tango que escucha sin motivo alguno y que tararea al no saber la letra de memoria. Escuchás la música; olfateas ese humo a distancia y pillas que es café lo que prepara. Se acerca a la mesa, vos le ves de ensueño. Sus manos finas, sus ojos inolvidables y esos labios que... Te reís, pero esa personita a la que cuidás no se percata.
Entrás en ese cuarto estrecho, ocupado por un frigorífico viejo y un calentador que sería capaz de recordar una vida entera (por tu mente pasa fugaz el ¿cómopuedeestofuncionar?). Ignorás que desconocés la respuesta y te acercás más y más hasta quedar a su espalda. Le decís al oído todo lo que un día no quisiste decir, susurrás con entusiasmo toda la historia que escribiste y que terminó ardiendo en un pote entretanto tu mirada se perdía en el fuego creado de esas páginas. Pero no, no te escucha, o ha fingido no escucharte; sólo da sorbos al café, coge el diario y lo abre leyendo únicamente los titulares para después olvidarlo al lado con ese gesto que tanto te hace gracia y, en cuestión de minutos, volver a concentrarse en el café que ya se habrá enfriado.
En cuanto acerca nuevamente la taza a su boca, vos le das un beso en la mejilla. Abre sus ojos que delatan sus pupilas dilatadas. Con el movimiento de sus labios clama tu nombre, pensás que ha caído en cuenta de que estás ahí; pero, en el preciso momento, sus manos se acercan a su rostro para bloquear el torrente de lágrimas que por poco se le desborda, recobra la compostura repitiendo en susurro sin aliento "tranquilízate, tranquilízate" y tira el resto del líquido oscuro para irse al sofá y encender el televisor sin verlo realmente.
– ¿Te quedarás? – pregunta una vocecilla dentro de tu cabeza.
Pero le ves dormir. Parece soñar algo intranquilo, una pesadilla, quizá, en la que sus labios siguen evocando tu nombre. Su figura se retuerce por el dolor en los laberintos de su mente, el sudor frío le corre por el rostro y dos arroyos comienzan a surgir de entre sus párpados fuertemente cerrados. De súbito despierta para calmarse con "sólo ha sido un mal sueño", buscar tu retrato y quedarse en letargo llorando en silencio.
– Entonces – comienza a decir esa vocecilla mientras pensás en silencio – ; ¿te quedarás?


México, 19 de Enero de 2008

Heartflower

Foto "Delicate" de Nyuu
Armaste un corazón
con la certeza de una autopsia
y lo dejamos allí
a merced del humo de los carros,
de las ardillas, de los balones.
No recuerdo qué conversamos
pero armaste un corazón.
Y debió ser algo importante
porque nos alejamos de esos sitios comunes
donde todos nos veían
y armaste un corazón.

En serio, ¿qué dijiste?
Lo más vívido son tus manos
juntando arrejuntando
pétalos moribundos
y polvo, harto polvo
entre tus dedos siempre polvo
mis dedos/polvo
mis manos/polvo
mi cuerpo/polvo
Entre tus dedos, siempre polvo
sobre todo en los finales,
después de los créditos y el hidden track
en medio del silencio
cuando el cuarto entero se agrieta
para caerse a pedazos en un segundo lentísimo.

Porque mi anatomía es la de la muerte
tengo un lugar específico
justo para tu cabeza
donde tu cabello ahogase mi clavícula.

Me dejaste un cuerpo mutilado,
los restos de una jacaranda //reciclaste su cadáver//,
dispuesto en una barda,
incrustado en el tórax
y se resquebraja poco a poquito
paso a paso
trago a trago.

Tengo el último pétalo
rompiéndose en el pecho,
a merced del humo
de las ardillas
de los balones
entre el polvo...

4/12/12

Represión y Resistencia (Pte. 2)

México, 3/4 de Diciembre de 2012
II
“Si así no lo hiciere, que la nación me/se lo demande”. Esta frase importantísima en la toma de protesta, en los labios de Peña Nieto sonó con gran desdén, con tremendas ganas de evitarla, como si la simple idea de que el pueblo le demandase algo le pareciera repugnante: el tono de su voz incluso subió de manera forzada, un temblor en su timbre se delató. La frase la soltó breve, fugaz, para que nadie se diera cuenta de que estaba allí. Demasiado tarde: cada seis años nos dicen lo mismo: “si no lo hiciere, que la nación me lo demande” y, justo ahora, ante una fuerza opresora, incapaz de soportar las críticas, incapaz de negociar (pobre, no sabe), la frase “que la nación me lo demande” nos aflora.
El 1 de Diciembre de 2012, una gran parte de la nación demandó algo: #MéxicoNoTienePresidente (quizá luego retome el punto de esta postura: pros y contras de considerar a Peña o no como presidente –impuesto o no, pero considerarlo presidente– ). La respuesta ante la demanda: gas lacrimógeno, balas de goma, disparos directos a la cabeza. Bien rezaba la frase: “que la Nación me lo demande”. Quiere decir que, o los inconformes no son/somos parte de la Nación o que la Nación puede demandar y el PRI se guarda el derecho de responder como le diese la gana. ¿Quién dice que la hermenéutica no se aplica a la constitución? Al menos, en eso, los colegas de EPN ya hacen escuela.


Nación. El vocablo suena raro. El sustantivo se define por territorio, población, emblemas que lo distinguen, himno, gobierno, cultura, etcétera. Las naciones (pos)modernas (por muy supeditadas que se encuentren a la economía) mantienen un esquema básico de gobierno. En las países que no responen a un régimen monárquico resulta en crimen contra la patria el asumir un cargo noble (por algo Juárez fusiló a Maximiliano en el Cerro de las Campanas, Querétaro).
¿Qué pensar entonces de la famosita Pau Peña? Esta niña suministró chistes y quejas políticas durante la campaña de su padre debido a que, incapaz de soportar una sola crítica, llamó “prole” (uso del lexema con un tono altamente peyorativo). La niña olvidó por un segundo que el proletariado es la fuerza de trabajo, el sostén principal de este país que se va cayendo a pedazos y se mantiene a flote de milagro.
Su última primicia fue autodenominarse “la nueva princesa de México” (Juárez ya habría tomado cartas en el asunto). Vanidad de adolescente, quizá; una ferviente venganza contra la prole marcar su lugar un estrato más alto. Si la pequeña atendiera bien a las clases que su padre con tanto esfuerzo le ha de pagar, sabría que –a pesar del fuero político– el presidente no deja de ser un ciudadano como cualquier otro. Sin embargo, nos recuerda algo: nosotros mismos hemos mitificado la figura del presidente. Si en algún punto exacto recae su poder, está en el imaginario colectivo.
Tanto Pau como Enrique, por muy nobles que la niña quiera, por muy poderosos que los veamos envestidos con sus trajes carísimos y montados en camionetas de lujo, también sangran. La revolución francesa usó la guillotina en contra de los nobles: vieron que su sangre no pintaba azul ni bendecía el metal. No hay que olvidar que el PRI también fue el primero en retroceder el reloj algunas décadas y ya entrados en la moda retro...

En realidad, ¿quién desea más muertes? La ira, el temor, el descontento, la frustración... detonan esos deseos homicidas: entendibles y válidos (según Sade). Sin embargo, la sangre nunca lava nada. Pero, hay momentos en que la confrontación cuerpo a cuerpo resulta ineludible y no queda sino sobrevivir: una colonia de hormigas desintegra fácilmente un saltamontes de tamaño considerable si éstas necesitan alimento.
Con todo lo anterior, PRI/EPN cometen uno de los errores básicos según Maquiavelo: hacerse odiar. Las represiones violentas ya el pueblo las conoce de memoria, el miedo se sufre a diario con asaltos a mano armada, violaciones, violencia de género, impunidad, corrupción, y un etcétera bastante escabroso y amplio. En un país donde el miedo es pan de cada día, ante un abuso más perpetrado por alguien declaradamente ignorante y marioneta no puede/debe detonar sino el odio más rotundo: un pueblo que odia a su príncipe derriba al monarca fácilmente (Maquiavelo).

2/12/12

Imposición y Resistencia (1a Pte.).

México, 2 de diciembre, 2012.

Prefacio

Casi nunca toco el tema de la política de forma directa: el discurso siempre sabe incendiario, anarquista, repetitivo y burdo; sin embargo, esta vez haré un intento pues, un mentor ya me dijo que cada uno debe movilizarse desde su propia plataforma y por fortuna/desgracia, este blog me sirve.
No sé quiénes lean periódicamente cada texto que escribo pero, si esto llega a alguien y le deja algo ya será ganancia.

I


Ayer, Enrique Peña Nieto (candidato que postuló el PRI) hizo toma de protesta para cumplir el protocolo que lo coloca como presidente de México. Ayer, desde antes de que el priísta realizara el ritual, ya había gente protestando contra la imposición de un presidente. 
En los actos de violencia incurrieron ambas partes, la policía y los manifestantes, hay que admitirlo; sin embargo, ¿quién lanzó la primera piedra?
En realidad, el PRI siempre ha jugado con gente infiltrada: los famosos porros, los perros de ataque que dan el pretexto para las golpizas brutales contra la mayoría de los inconformes que levantan su voz a falta de un fusil. Esos porros son gente fiel al régimen priísta y desde la matanza en Tlatelolco, el 2 de Octubre de 1968 (cuando Díaz Ordaz, presidente también del PRI), lo sabemos. También lo confirmó el Halconazo/la matanza de Corpus (10 de Junio de 1971). Otro violentísimo y cruentísimo acto represivo, nuevamente bajo el régimen de Luis Echeverría Álvarez, también priísta.
 El primer golpe lo dio quien haya puesto ese doble cerco en San Lázaro. Varios días antes (casi una semana antes) de que Peña Nieto se dispusiera a pisar el Congreso de la Unión. Vallas metálicas surgieron como hongos al rededor del edificio para negar el acceso a la cámara de diputados. El radio abarcado por dicho cerco era demasiado amplio. ¿Por qué calificar esa frontera metálica como agresión? Sencillo: alejar sistemáticamente al pueblo de un suceso completamente nacional, que incumbe tanto a la cúpula económica como a la base de la pirámide social, ya incurre en un acto de violencia: el gobierno aleja a todos los interesados en su Nación de modo que no puedan intervenir: simbólicamente anulan la democracia; sin mencionar la imposición (ya harto demostrada y conocida). Hay un mensaje claro por parte de los que ostentan el poder político: No hay democracia en México.

La respuesta del pueblo mexicano: destrozar la muralla de caricatura, golpear las paredes que le imponen. El cerco delimitaba un centro y una periferia: el pueblo del cual vive el gobierno era el centro único e inamovible: el pueblo que le da de comer y le permite existir, la periferia prescindible. Error.
Violencia comprensible: después de tanto ser abusado, la víctima acomete contra su victimario. Mencioné en la nota, que el PRI tiene fama de alborotador contra sí mismo, de modo que pueda ejercer en nombre del orden una violencia desmedida contra sujetos desarmados, civiles sin entrenamiento militar, cuyo único deseo consiste en sufrir un poquito menos las inclemencias del planeta, lo único que piden, los derechos humanos más elementales: vida libre, vida justa, vida digna.
El gobierno atacó con la policía, su brazo armado, uniformada, con escudos, con balas de goma, con gas lacrimógeno lanzado directamente a los civiles, con botas sobre jóvenes y ancianos, golpizas desenfrenadas: el fantasma del Halconazo y del '68 se presentan.
¿Los medios? ¿Los medios televisivos que impulsaron la campaña de EPN aún antes del tiempo asignado (¿o creen que la boda con la Gaviota fue por amor?)? Esos medios calificaron de anarquistas, agitadores, vándalos. Un profesor mencionó que, durante el '68 mexicano, los policías detenían a estudiantes por el simple hecho de portar un libro bajo el brazo. “Este es un tipo peligroso” le dijeron los del retén de aquellos días al ver un libro sobre comunismo entre sus pertenencias. Ahora corre un video sobre una situación similar: un anciano regalando libros a los policías que luego lo golpearían por ser un vándalo y agitador y violentador del orden: intentó que un policía leyera.
Puñetazos y patadas a todo aquel que cayera entre las fauces de esos perros malbaratados. Tanto que por un segundo se pensó que Valdivia había muerto (afortunadamente, según dicen los medios tanto televisivos como de internet, no) y se supo de lo que sufrió Uriel: pérdida del ojo derecho. Lo que debe decirnos algo: ambas situaciones no resultan improbables bajo los regímenes del PRI: la represión es su pastor, creen que nada les falta.

7/11/12

La última cena

Para Roulette

Ahora entras al bar. Este viaje inesperado para los dos causa tales distorciones en nuestros universos que nuestras respectivas órbitas desvían su trayectoria habitual. Durante la última charla, acordamos por fin llegar al tabú establecido implícitamente en nuestras pláticas pues los dos, víctimas de conversaciones inapropiadas e inocentes, compadecíamos lo mismo uno en el otro.
Ordenas la comida mientras mis ojos divagan distraidamente por tu cuerpo. Traes ropa negra encima. Aún no lo sabes, pero ese color me pierde completamente, por lo que piensas que cínicamente miro tu pecho. Un rubor discreto aparece en tus mejillas morenas. Te enfadas un poco. Comprensible, la última imagen que te di fue de un príncipe infante, no la de un mirón desvergonzado. Tu ira comienza a manifestarse cuando prestas atención a mis ojos. Ves que no hay lascivia, ni siquiera un intento mínimo de observar a través de tu blusa. Asumes: “Está pensando”. Pero no, sólo miro el vacío infinito en la ausencia de colores que repentinamente se transforma en dos pechos redondos, delicados, firmes, recubiertos por una tela de suave algodón.

Levanto discretamente los ojos. Pienso que el rubor te lo has puesto mientras miraba hacia otra parte mas se esfuma súbitamente. Muevo los labios en una palabra inaudiblemente inteligible: “PERDÓN”. Sonríes negando con la cabeza. Nuestra depresión llega hasta límites insospechados, importaría un bledo vernos desnudos ahora, sin lujuria por tristeza. Llegan los platillos. Carne asada en compañía de verduras al vapor, aún humeantes, recién sacadas de la olla.
– Mira, creo que el brócoli aún respira – comentario desesperado para romper el silencio.
Risas.

Al fondo hay una rocola. La miro con esperanza de encontrar música adecuada. Hoy no me importa el presupuesto monetario. Podría gastarme todos los ahorros, morir de hambre en tres meses, ir preso, cualquier evento pasaría inadvertido siempre que precediera al irremediable fin de mi existencia.
Después de hacerte el amor esta noche moriría tan tranquilo como ese olor de plantas nocturnas que nos inundó mientras podábamos manualmente tu jardín esa noche de verano. Me retiro tras decir “Espera, no tardo”. El macroreproductor contiene gran variedad, grupos de “música” mexicana norteña, pop conocido, una sección para inadaptados (boleros, trova y algunos tangos), elijo las tres canciones justas: dos boleros y un tango. Después de asegurarme que mi selección comenzaba inmediatamente, regreso a la mesa.

“No había buen rock, pensé que era lo menos sugestivo del repertorio” miento con pésima dicción. La letra te indica otra cosa, por ende me observas minuciosamente. Mando todo al diablo. Bebo la copa de licor con un solo sorbo y te invito a bailar.
– Pero no sé bailar boleros.
– Yo tampoco.


Tomas la mano ofrecida. Esa melodía insulsa dibuja una sonrisa breve entre tus labios. No me fijé cuándo cerraste los ojos, ni cómo llegamos al centro de la pista de baile. Con poca precisión seguimos el compás. Improvisamos pasos provinientes de una mezcolansa extraña entre ritmos tropicales y un andar cotidiano. A nadie interesa lo que nos pasa, si tropezamos o equivocamos el camino de nuestros pies.
Ya nos acoplamos casi totalmente. Igual que hace varios años danzando entre luces borrosas mirándonos a los ojos.

¿Será demasiado cinismo seducirte, cometer aquella dulce locura con alucinante sincronía de reloj suizo o equipo de fútbol holandés? Si abandonase la idea volveríamos a las trilladas charlas en ordenador. No concibo la idea de un beso electrónico enviado a través de mensajería instantánea por internet, ¿coito cibernético? ¿Orgasmo cibertrónico? Sé que los impulsos del cerebro son electricos, pero eso ya parece una parodia ridícula.
Aquel deseo colegial entre árboles que danzaban al rededor nuestro cuando recorríamos el jardín botánico ya forma parte de un pasado pasado; como lata de atún que caducó hace doce días, la cual no quieres ni abrir por miedo a la peste. Todo consiste en un pretérito decadente que ya no recuerdas o intentas desechar.

Mi lengua incontenible delata intenciones nada honorables. “Te propongo lo que una vez me rechazaste, cuando te invité a pasar al cuarto en que yo dormía”. Sería lindo escuchar cuán ruín suena el gruñido trepidante de mis palabras afrodisiacas en tu boca.
– Estas loco.
Beso robado.

Mañana quisiera imaginar tu voz nuevamente, saborear cada entonación que colocas a las frases de desprecio que ahora vociferas. Por el momento no me interesa si odio o deseo inundan tu ansioso sistema motriz, sólo importa el sabor del vino en tu boca, ese sorbo que resbala de la garganta a las entrañas.

Pareces gato asustado. Tiemblas horrorosamente, como si te hubiese caído un balde de agua helada. Ya no besamos como antes, ahora los labios buscan tibiesas extremas, intranquilas, mares carnosos donde ahogarse. Aunque reprochas mi alevosía, jamás intentaste apartar nuestras lenguas; de hecho, la mordías, no fieramente para sacarla de tu cavidad oral, sino con dulzura inextricable, idiosincrática.
– Te estás sobrepasando.
– ¿No te gusta?
No hay respuesta.

Pagamos la cuenta sin terminar de comer. Vamos a cualquier hotel que nos convenza. Ignoramos las advertencias, el televisor apagado o los muros de opacada madreperla pues las sábanas estorban sobre el colchón casi en ruinas y deben retirarse. Algún par de manos interviene en la encomienda. Entre bofetadas y blasfemias desgarramos almohadas, músculos, piel, entrañas y la cama entera. Maldices mi nombre/beso tu frente, mis manos/beso tu mejilla, mi cuerpo/beso tus senos/, mis ojos/beso tu vientre, mi boca/beso tu sexo. Aprietas las piernas, luego retas a que resista. Uso la lengua de una forma convincente. Aflojas tus muslos, los relajas sobre mis hombros. Regreso a tu cara. Veo ese éxtasis inmemorial de capricho cumplido junto a la culpa inherente. “Espera” susurras. Espero.

Me envuelves absolutamente, ni un centímetro de alma queda excento. La sangre nos incendia hasta colapsarnos como estrellas que implosionan una dentro de la otra.

Nos despedimos antes de dormir. Volverás a tu casa. ¿Pretenderás que nada de esto ha ocurrido? ¿O pensarás sólo en reencontrarnos nuevamente, con los mismos menesteres dentro de la cabeza, de modo que repitamos la velada? Yo me quedaré en la habitación desolada, con el deseo de un accidente fortuito que me fulmine de una buena vez. Ya sea tu regreso (imposible) o mi muerte (¿improbable?).

México, 08 de Agosto de 2010.

28/10/12

Caperucita y el lobo

Imagen: "Red riding hood" de silvestru
–Quítate la ropa, no la necesitarás.

Obediente, se despojó de sus prendas.

Observa. Rasguña. Muerde. Ladra. Muerde. Jadea. Muerde. Ladra. Jadea/Jadea. Muerde. Jadea/Jadea/Ja-de-a/Ja... de... a... Ja... a... a... ¡Aulla!

"C'est tout" anunció la niña tras su orquesta bestial mientras metía la paga en su abrigo rojo.

5/10/12

Gatuna (un cuento en tres relatos breves)

Felina

Hoy en día me encuentro charlando con este frío que no cesa por los lugares más inesperados, buscando respuesta para evadirlo de manera definitiva durante el Otoño (presente) y el Invierno (que se aproxima). Sólo responde que me joda, porque no piensa largarse en un buen rato y quiere abrazarme todo el tiempo que dure su estancia. Resignado me levanto con él en mi espalda y en cada minúsculo centímetro de mi ser mientras canciones que hablan de amor incondicional en lengua extranjera se hacen sonar en el reproductor.
No, no es la primera vez que hablamos” me dice la gata, que cuida de sus crías en la entrada de mi puerta, con esos ojos pardos que me recuerdan mi propia soledad. “Lo sé, pero es la primera vez que no me acerco y ya lanzás el zarpazo, ¡pero mirá qué herida me has dejado, nena!” le reprocho al sostenerle la mirada. No hace nada, sólo se acerca y me lanza otra herida a la palma de la mano. La quito al instante (pero demasiado tarde). “¡Quieta!” grito pero me ignora y me preparo para sentir el calor de otro rasguño de considerable longitud, pero en vez de la cálida garra, siento su lengua tibia que comienza a limpiarme las heridas hasta que la sangre para de manar. Hecho esto se aleja y me da un último zarpazo en la mano sana “Quizá así no me olvidarés” maúlla. “Quizá” repito en mi mente “Terminaré odiándote porque siempre me hacés lo mismo”. Pero sabe que no lo haré, que entraré a la casa por un tazón de leche tibia para ella y para esos gatitos que maman de ella, sacaré un poco de carne y, desesperada me lo robará nuevamente con otro movimiento ágil de su pata dejándome como paga otra herida. Entraré nuevamente, maldiciendo sin maldecirla en verdad, queriéndola como si fuese mía, dejándole la puerta abierta para que no quiera entrar, y dejándola entreabierta para no querer que entre y se cuele nuevamente a hurtadillas, como siempre. Limpiaré la herida que me dejará tremenda cicatriz modificando la línea de la vida, bifurcándola en una curiosa espiral que corre recto hacia abajo. Me sentaré en mi silla, le veré comer y jugar, mientras sabe que sé que sabe que sé que no la miro (ni la miraré) sin divagar.


Minina

Un espejo roto. Lo veo reflejando mi pequeña alcoba atiborrada de libros que no quiero leer, inundada de una luz opaca y amarillenta que me hace pensar que ésto es sólo un mal sueño, nada más.
Me levanto y camino hacia el espejo, con un dedo recorro su deformada circunferencia, sintiendo el filo del cristal. Una silueta aparece en él, algo cuadrúpedo, azabache, que maúlla pidiéndome alimento. Giro la cabeza para verle, la levanto del suelo y, con ella en brazos, bajo a la cocina.
La miro mientras camino, me ignora y sonrío, pues de reojo veo que ella me ve cuando finjo no verla. De sus patas saca un poco las garras y me las encaja en el brazo. “Quieta, muñeca” le digo con dulzura. “Perdón” maulla. Con una sonrisa le indico que no hay problema, pero que se ande cauta, que confíe en mí, que no la dejaré caer en el suelo de repente, que la quiero demasiado como para jugarle una broma así. Ella vuelve la cabeza hacia el frente.
La luz de la cocina la golpea en la cara, ella se estremece contra mi pecho y cierra los ojos.
Abajo, pequeña – le digo mientras la colocó suavemente sobre el suelo.

Con calma busco su comida en la alacena. Le sirvo en su plato morado, reviso que tenga algo de agua en el gris y miro si ha movido el azul, por si quiere un poco de leche; pero no, al parecer hoy se contenta con su comida y el agua.
Bien, creo que con eso basta, me voy a la sala.

En cuanto abro la puerta de la cocina suelta un maullido pidiendo que me quede. Giro la cabeza y la miro con seriedad, cierro la puerta y me siento en el suelo, a su lado mientras con la mirada perdida en los azulejos blancos comienzo a recordar un poco a esa gata de ojos pardos a la que le gustaba lanzarme zarpazos a diestra y siniestra. Miro mi mano izquierda y esa herida que dejó años atrás, y en la mano derecha la cicatriz de su lengua tibia lamiendo otra herida.
Siento una mordida en mi tobillo, dirijo mi vista hacia mis piernas y veo la cara furiosa de esa gata, sus ojos encendidos; me reprocha con más mordidas mi distracción. “Hey, tranquila” le digo con vos indiferente, sin evadir sus colmillos pequeños y afilados.
Deja de pensar en ella – ronronea rápidamente.
Lo siento – murmuro mientras acerco mi mano a su cabeza.

Me esquiva y encaja con fiereza una mordida en mi muslo derecho. “Celosa, ya ni mis recuerdos dejás en paz” suspiro mientras con un dedo recorro su lomo. Siento cómo se eriza, se estremece un poco, ronronea lentamente al no haber esperado esa caricia, me suelta de a poco y me mira mientras en el suelo se escuchan sus garras rasgar; “si tanto te gustan las cicatrices también se hacerlas, más largas y más profundas”. Con una sonrisa le digo que lo sé, que por eso la elegí. Abre sus ojos grandes y amarillos sorprendida, casi parece que derramará una lágrima, agacha la cabeza y camina hacia mí hasta posarse en mi regazo.
Aún la extrañas, ¿verdad? – me pregunta.
Un poco, pero sólo es eso, extrañar.

La cargo nuevamente y me voy a mi alcoba con ella, la dejo sobre la cama y me echo a un lado. Miro otra vez los libros empolvados, cojo uno y lo abro. Ella me ve con ojos piadosos, sabe que no quiero leer lo que esos textos tratan, que si lo hago es simplemente por tener algo que hacer, para no pensar, para distraerme de mis propias memorias, para cansarme pronto y dormir en paz. Ella ronronea, esta vez como si quisiera cantarme una canción de cuna. Sin querer sonrío, abandono la lectura y me dedico a acariciarla un rato más. “Gracias”.
Apago la luz, ella sigue cantando dulcemente. Cierro los ojos.


Gatuna

Esa noche visité mi vieja casa. Por un segundo el susurro de la cortina pareció pronunciar aquel nombre y sobre mi cama sin hacer se dibujó su silueta. Corrí a encender la luz creyendo que Ella estaría allí, pero sólo era una gata. Se había colado meses atrás y retozaba entre mis sábanas abandonadas.
La miré directamente a los ojos. Me sorprendió reconocer esa mirada fría y ansiosa. Esos dos témpanos grises a punto de romperse justo por la mitad me atravesaron. Quedé inmóvil. Lo único que pude hacer fue articular su nombre sin que la voz me saliera.
Comencé a dar un paso hacia atrás, pero su maullido me detuvo “Quedate. Después de todo es tu casa”. Miré a mi alrededor. El viejo librero café que aún resguardaba mis libros, la mesita de noche al lado de la cama, sobre la cual había una lámpara que ya no funcionaba y que sólo emitía intermitentes destellos si uno quería encenderla; la silla en la que solía colocar torres de papel y libros cuando estudiaba allí y los zapatos, esparcidos al azar debajo de la cama donde se encontraba esa gata. Me senté a su lado. Ella, por su parte, se hizo un ovillo entre mis sábanas nuevamente. La miré desconcertado.
Hacía bastante que no venías – maulló suavemente.
Sólo es por un par de minutos. En breve me marcho.
Parece que ya no querés nada de aquí, sólo cogés un par de libros, menos de los que siempre traés, y te vas.
No tengo mucho tiempo para fantasmas, muñeca.
Te has llevado el espejo.
Cierto, ese espejo roto, en el cual aquella gata azabache deleitaba un poco su vanidad, antes estaba en esta casa”.
Nimiedades, pequeña, son nimiedades – traté de minimizar.
¿En serio?

Agaché la cabeza y murmuré “Lo siento”. Ella me ignoró y se metió entre las cobijas. Pude ver su cola desaparecer al entrar en esa cueva de telas. Me levanté de mi lecho y comencé a caminar hacia la puerta. “¿Tan pronto te vas?” Me preguntó su cabeza que se asomaba entre las frazadas. Volví sobre mis pasos y me eché en la cama.
La temperatura comenzaba a decender un poco. El clima gélido persistía eternamente en esa casa, como si sólo Otoño e Invierno fueran las únicas estaciones existentes dentro de esos muros.
Con mi mano la busqué a tientas, pero sólo recibí un par de mordidas en mi palma. No dije nada, saqué la mano de su escondite y contemplé la poca sangre que manaba de la marca de sus pequeños colmillos voraces. “Al menos esta vez no dejarás una gran cicatriz como solías hacerlo”. Ella saltó sobre mi pecho y me encajó las garras cerca de mi cuello. “Debería matarte” me dijo con su mirada furiosa. Bien tenía razón. Después de todo yo dejé la casa sin aviso alguno. “Pero... bueno, no tenés remedio” añadió tornando más afable su mirar, “sos un crío, siempre has sido un crío”. No pude evitar sonreír.
No pensé que mi partida repentina os heriría así.
Nunca pensás nada.

Acaricié su cabeza. Ella, en cambio, me hizo un rasguño enorme en el antebrazo. Mi piel probó nuevamente el ardor de sus garras afiladas. Traté de empujarla, pero me hizo un nuevo rasguño en el mismo sitio. “¡Hey, quieta!” le grité. Ella hizo caso omiso y se limito a lamer mis heridas. Su lengua tibia aliviaba el dolor que dejaban sus garras. Cuando por fin se quedó quieta me levanté del lecho. Ella no hizo nada, pero sentía sus ojos pardos clavados en mi nuca preguntando seriamente “¿A dónde vas?”. Giré la cabeza un poco y susurré que buscaría algo de café en la cocina.
Chico, pero has dejado nada aquí.

Hice caso omiso de su advertencia y busqué inútilmente en la cocina y en la alacena agua, café y azúcar, sólo encontré polvo y un olor a recuerdos familiares, pero imposibles de vislumbrar claramente. Volví a mi habitación, conecté mi viejo estéreo, traté de sintonizar alguna estación pero sólo recibía estática. “Nada ha cambiado aquí” dije resignado a no poder escuchar algo más que ese shhh infinito.
Me recosté en la cama otra vez mientras ese sonido monótono me adormecía de a poco...

Me despertó el rugido de mi estómago que pedía algo de alimento. “Tengo hambre” dije con mi tono habitual. “Ya has comprobado que hay nada, ni siquiera para una mísera taza de café” ronroneó ella.
Es verdad, no hay comida. Entonces, ¿cómo...” giré la cabeza hacia donde ella estaba. La miré fijamente . Por un momento ella pareció sonreír. No pude mantener los ojos abiertos. Parpadeé. En cuanto volví a abrir los ojos ella ya no estaba allí. Salí corriendo de la casa.
En el patio de la vecindad había varios gatos que me miraban detenidamente. Comencé a correr sin saber bien porqué. Al llegar a la entrada no podía mover la puerta ni un poco. Cuando al fin pude separarla del quicio ésta se cerró una vez más, azotándose. Escuché claramente un chasquido de los engranajes que se activaron solos y colocaron el seguro. Los gatos se acercaron lentamente hacia mí. Sus miradas encendidas me recorrían de arriba a abajo. Los miré a todos de un vistazo; reconocí a dos de ellos, eran los primeros dos cachorros que ella tuvo cuando yo vivía allí. Su hambre era visible. Un sudor frío comenzó a recorrerme el cuello...


Miau (Gatuna parte II)

Abrí los ojos exaltado y con la respiración bastante agitada. Ella por su parte me golpeaba con la cola en la boca. Un dolor agudo en mi hombro y algo húmedo en mi espalda había ayudado a despertarme de ese sueño. “No tenés remedio” maulló con tono indiferente. Traté de incorporarme, pero sentí una punzada bastante fuerte, mi vista se nubló un poco y me sentí mareado. El frío incrementó considerablemente. En un par de minutos me convertí en una silueta que tiritaba sobre la cama. El sueño me invadió una vez más. El hambre pasó a ser irrelevante, incluso las punzadas cerca del hombro habían desaparecido. Miré a la gata que volvía a saltar sobre mi pecho. “C'est tout” maulló. Mis párpados se volvieron pesados. Los cerré lentamente mientras veía la silueta de ella difuminarse hasta desaparecer completamente.

4/10/12

E-pístola

México D.F., a 30 de Junio del 2009

Prisma Y, Quivera,

¿Te importa si lloro un momento? No, no ha pasado nada grave, sólo la absurda melancolía que me es innata. Miraba un par de fotografías, leía algunos textos, en fin, revisaba el pasado común que compartimos con los elementos del universo. Me he dado cuenta de que, a pesar del tiempo y las pretensiones, de los momentos y las reacciones, de las peleas y las conversaciones (¿de los zumbidos y emoticones?), nunca (pero jamás) dije lo que alguna vez pensé en concreto –si es que a eso se le puede llamar pensar– .
Siempre me he fijado en las mujeres de ojos rasgados; han sido causa y efecto de mis fascinaciones abstractas, llanas (obtusas, agudas, de cualquier tipo de ángulo). Vos tenés esos ojos. Café claro –no miel, café claro– , como una oblea de cajeta: dulce con un toque de licor embriagante. Alguna vez te acercaste demasiado. Alguna vez pensé que (¿en serio se le llama pensar a eso?) nosotros...
Muchos creían tantas cosas, como se cree en Dios (un dios o el hasta pronto al decir adiós), yo mismo creí algo, pero alguien me confesó una de tus confesiones que me sacó de mi absurdo. Entonces comprendí tantas cosas (quizá no 'tantas' como da a entender la palabra, pero comprendí cosas). Yo mismo me he tratado de idiota por ello.

Me remitiré a lo necesario (espero).

Te vi por primera vez y supe que no eras lo que yo buscaba, supe también que te idealizaba y que posiblemente cometería un grave error si me acercaba peligrosamente a vos.
Te pensé, te miré, te observé, comencé a conocerte y comprendí que eramos seres distintos (¿primos relativos?), que yo era una quimera con más letras y vos una católimatématica. Vos creías en Dios, yo lo negaba. Vos sabías hallar deltas y épsilons, yo indagaba acerca del ser, la existencia y alguno que otro escritor –estando ambos en una carrera que concernía más a matemáticas que al nobel de Literatura– .
Invierno. Te conocí en invierno. Como ráfaga de nieve tu piel se acercaba a la mía a través de las ropas. Alguna vez te acercaste a mí para cobijarte del frío, alguna vez me consideré absurdamente en Paraíso y no hice más que disfrutar el momento fortuito.
Las veces que os acompañé a la avenida, para que vos cogieses el bus fueron fatales, pero me agradaba hacerlo. Era poder estar con vos, a tu lado, charlando un poco de filosofía y cálculo. Yo era dichoso. Con vos me sentía terriblemente bien. Era jodidamente genial. Extrañaré en verdad todo eso. En fin, luego la despedida, primero la confesión, que esta noche me siento obligado –más por el deseo de escribir y hablar con vos, que por el llamar tu atención– a relatar.

La maravilla consistió en que, conforme te iba conociendo, comprendía que no eras para mí. Que vos buscabas algo más y que yo no era más que un niñato, tu hermano menor – por decirlo de alguna manera – , un buen amigo o, simplemente, el chico que pronto se iría de esa facultad: un turista en el planeta Adm_PQuivera.

Lo que intento decir FL lo sabe, Koala lo sabe, Bbq lo sabe (la Santanera lo sabe): de algún modo extraño, aún sabiendo cómo sos, quién sos, qué sos, de dónde sos (y a dónde vas), te metiste en mí. Te adueñaste de un pedazo profundo. Al principio lo atribuí a tu belleza. No lo niego –ni vos lo negués– , sos increíblemente hermosa. Tenes una piel nácar, lechosa, como luna nueva; boca pequeña con labios delgados y rosados, apetecibles (¡cuántas veces tuve que contenerme! ¿Qué besos oculta esa curvatura de tus sonrisa?), tus brazos delgados, pero no huesudos; cubiertos con una piel firme y tersa. ¿Cuántas veces mis ojos divagaron en tu cintura, en tus caderas, habrán resbalado por tu vientre y volado rápidamente sobre tu sexo para resbalar por tus muslos, tus rodillas, tus espinillas y tus pantorrillas, hasta llegar a tus pies de pasos ligeros, casi infantiles? ¿Qué misterios envuelve tu cuerpo? ¿Qué aroma se oculta en tu cuello, en ese lunar donde nace tu espalda? ¿Qué susurro delata tu cabello? ¿Qué contacto tendrá tu mejilla en mis labios? ¿A qué “hora me dirás que te amo, esto es urgente que la eternidad se nos acaba”* (y se nos acabó, che, se nos acabó)?

No, en verdad no te amo. No llegué a amarte. Me transtornaba la idealización que hacía de vos, pero no puedo negar que sentía una cruel (sí, cruel), enigmática y gigante atracción por vos –aún la siento de vez en vez, cuando miro las fotos, cuando reviso el historial o cuando simplemente recuerdo algunas cosas– . Sé que no tengo derecho ni decencia al deciros esto. Sé que quizá con esto arruine lo que hemos vivido juntos y la amistad (o el pedazo de amistad) que hasta ahora hemos forjado.

(Por ahora viene el cinismo, dentro de poco comenzaré a llorar, supongo).

Supongo que ya te habías hecho alguna idea de todo esto. Quizá lo desechaste o posiblemente nunca transgredí la frontera de Amistad (aunque en mi mente naufragaba en Deseo con Teseo, Perseo, Orfeo y otros eos en un Liceo bastante feo). Esto fue un romance macabro. El delirio de una flauta pereciendo nocturnos, odas al amor, exhalando delirios de faunos y vomitando notas a lo imbécil.

¿Alguna vez mencioné que me gustaba tu nombre? No el segundo, el primero.
Una vez me preguntaron cómo le haría el amor a una figura geométrica, respondí un sin fin de imágenes y metáforas y culminé con: en Rn. ¿Haríamos el amor en la infinita dimensión? ¿Te atreverías a recorrer este cuerpo esquelético con tus manos delgadas y suaves? ¿Complacerías mi hambre con tu aliento, con el sabor de tu hambre, con la sed de tu sed? ¿Corresponderías la mirada que se lanza suicida a tus ojos, a tu cuerpo, a tu alma?
Vos no sos una figura plana. Sos más uno de esos fractales que no abundan por aquí.

Algo que siempre me hechizó fue tu voz. Esa voz dulce y no-cantarina. En el volumen exacto, con la entonación precisa y el matiz adecuado. Una nota no muy aguda –pero aguda– que escapaba de las aves come-jamón.

Descubriste la poesía. Descubriste Teoremas importantes y descubriste –quizá sin saber (hasta ahora)– la entrada a un lugar –llamado por muchos– : El Laberinto. Vos sos un laberinto que descubrió (y atrapó) mí Laberinto.
Tenés mi caja de Pandora, (re)presentás todo lo que mi carne –y espíritu– pudo desear y, sin embargo, sólo en la imagen que me creé de vos. Musa idealizada de mis deseos, de mis entrañas. Base de mis sueños, un anhelo de mis (des)esperanzas.

Atentamente:
El conde y agregado.

PS. Perdona tan burda confesión, pero creo que te debo sinceridad. En estos precisos momentos no estoy mal. No necesito compasión o respuesta alguna, estoy perfectamente feliz y bien, es sólo que yo necesitaba que vos lo supieses. Sos la primer mujer que me ha cautivado y a la que, hasta después de pasado el efecto sustancioso llamado “enamora-miento” le confieso los sentimientos que alguna vez albergó mi corazón.
_______________ 
*Jaime Sabines

23/9/12

Lo mono y lo sublime

Dibujo hecho por Suzette/Farizada En su dA
Mirá lo que se pone en el cuadro, es algo poco amorfo, tiene pinta rara, pero trae puesto un moño. No importa lo que sea, ¡trae un moño! Eso torna la cosa en hermosa y sin importar qué sea, se ve tan mona.
Le reconocés como algo femenino, por ese lindo adorno, pero seguís sin verle forma, te concentrás en el moño que no tiene color, lo imaginás rosa, rojo, azul, amarillo, hasta verde; es un moño multicolor que engrandece la ternura de aquel bichito que mirás en el recuadro. De pronto ves que tiene antenas, unas antenitas simpáticas, receptoras de quiénsabequé mensajes o visiones; unas pequeñas antenitas que salen de lo que debe ser la cabeza y que sostienen al pequeño moño multicolor.

Con cautela te alejás un poco del moño para ver la totalidad de la imagen, ves tres patas flexionadas un poco, el cuerpo quieto e incoloro y un ojo negro con un destello de luz rebotando en él, hasta el pequeño orificio nasal por el cuál respira. Parece tener vida, es como si posase para el dibujo, como si se hubiese quedado muy quietecita para que le colocaran ese brillo en el ojo y, sobre todo (lo más importante), ese bello moño.
De pronto pillás, ¡es una cucaracha lo que está dibujado en el recuadro! El moño la mimetiza con perfección en los linderos de lo más tierno jamás creado. Comprendés lo sublime del asunto, pillás que la patafísica sirve de algo y que la cucaracha de bello ojo y tierno moño es lo que ha cautivado a tu sensibilidad. La mirás en éxtasis evocando su ternura en distintos lenguajes, «kawai!, ¡cómo mola! ¡jo, que está muy mona! ¡Sí, sí, quiero una para mí, con ese moño rosa (azul, amarillo, etcétera)».

Le das un click en la imagen, le ponés en guardar y la cucaracha con su moño queda guardada en la memoria para la posteridad, mientras en la pantalla, después de la descarga aparece un mensaje con letras rosa «¿quien decia que las cucarachas no podian ser monas?».

Lujuria

Satán contemplaba siete veces su más preciada posesión. Con todo su cuerpo repasaba una a una las caras del heptaedro; pero, dejaba al final su favorita, aquella por la cual el Cordero de Dios estuvo a punto de perder el cielo: su petit mort durante el suplicio en la cruz.

9/9/12

Alebrijes

Entre tifones ardientes, que atraviesan insomnios furtivos de tiempos distantes, el fénix despliega sus inmensas alas entre los pliegues de un lienzo delicado. Aquellos ojos enormes, casi de águila, casi de halcón, le permiten contemplar unas estructuras óseas colocadas sutilmente por todo el salón-galería donde se le expone como una obra más.
Aquellos descarnados mantienen posiciones inverosímiles: las extremidades torcidas y abiertas en toda su extensión, algunos torsos doblados hacia el frente con el cuello completamente estirado hacia arriba, otras espaldas curvadas hacia atrás mientras el rostro se negaba a cambiar de dirección. Durante toda la noche, las figuras permanecieron así.

A la mañana siguiente, el artista irrumpió el silencio absoluto con el cloqueo de sus zapatos. Llevaba un maletín de piel. Lo depositó sobre el suelo para extraer algunos instrumentos conocidos por todas sus creaciones: pinceles, cinceles, madera, barro, pinturas, papeles, lápices. Cuando observó las nuevas adquisiciones, una sonrisa maliciosa deformó su cara.
Sin dejar de ver los esqueletos, caminó hacia la pintura carmesí del ave inmortal. Los nuevos tiritaron, los viejos desearon cerrar sus ojos y oídos. La boca del hombre profirió una oración precisa. El óleo se tornó tinta. Descendió por la pared hasta formar un charco rojo. La tinta perforó lentamente el suelo mientras que el pájaro de fuego observaba la carencia de vórtices incandescentes con las alas pegadas al parvo cuerpo.
Un hedor cálido surgía del líquido. Los humos soporíferos aarticulaban pesadillas tremebundas de horribles y dolorosas mutilaciones. Los ojos del fénix lloraban lágrimas que nutrían al cuerpo de agua hasta llenarlo completamente, asemejándolo a un estanque cuya profundidad se antojaba infinita.
Los descarnados castañeaban por los escalofríos que estremecían sus huesos. Su alma temía otro tormento insufrible: ya les bastaba con los nervios pegados a los despojos de su cuerpo asaeteado por el frío durante las noches.
Aquellos olores penetraron la nariz del artista, quien gustoso abrió la boca para proferir la última maldición sobre aquellos presuntos demonios encerrados en lo que alguna vez fue carne humana; les aseguró que la vida eterna estaba más próxima que nunca y que la gloria divina la obtendrían mediante un último sacrificio.
Tomó una pluma del ave deforme para ponerla sobre la superficie del estanque. Ésta flotó unos segundos, luego se consumió en una leve flama.
"Listo" susurró el hombre.
Algo crujió con pánico durante la ausencia de los múltiples gritos suplicantes por falta de labios, lengua, faringe, cuerdas vocales, diafragma, etcétera. El ave rememoró el recuerdo de su creación. Lo mismo le ocurrió a él: Aquel pintor-escultor lo había mirado a los ojos antes de tocar su antigua cabeza recién decapitada: "Tienes unos lindos ojos y una nariz perfecta. Serías una hermosa ave". Al día siguiente despertó en la galería.

Un esqueleto se hundía lentamente. Pasaron varios minutos antes que del agua color sangre emergiera la tosca quimera de cuerpos variados: caballos, elefantes y serpientes combinados. Su piel, una mezcla de texturas parecidas a escamas, moluscos y coraza de armadillo. Su cabeza, de lagarto; tres pares de patas, unas de felino, otras de reptil y las últimas con pezuñas; la cola de dragón. Despedía un aroma semejante al incienso. La mantícora extravagante rugió guturalmente, pero su voz petrificóse a la par con su cuerpo. La piedra otorgó vida eterna a la figura y a los colores que la teñían.
Repitió lo mismo para los seis restantes. Cada uno quedó diferente al anterior. Todos, únicos en su especie y maravillosamente abrumadores.

Una semana después, el museo-casa invitaba a una exposición jamás antes vista: animales fabulosos provenientes del más oscuro abismo. Los padres entusiasmados llevaron a sus hijos, otros más indiferentes simplemente les proporcionaron el dinero para la entrada. Las fauces abiertas de esas bestias, sus cuerpos compuestos por diferentes materias, las curiosas poses que adoptaron –cuerpos retorcidos como lagartijas– y los ojos, aunque brillantes, parecían estar ciegos. Aquellos entes asombraron al público en general, algunos incluso comenzaron a tener pesadillas al respecto. Hubo muchos casos en los hospitales psiquiátricos de pacientes que no cesaban de evocar, durante los terrores nocturnos, su infancia corrompida por aquellas figuras. El sueño más recurrente consistía en que, el sujeto en turno, veía cómo aquella combinación de bestiaros mitológicos y reales tomaba sus recuerdos de la niñez, los devoraba tan atrozmente que los objetos materiales sangraban y gemían. Todos terminaban el relato de su delirio con la siguiente frase: "Y cuando desperté, olía a azufre". Lo que callaban era que, el recuerdo de su infancia no sólo era mutilado en el sueño, después de algunas semanas apenas lograban acordarse de su último juguete o de la mascota con la que jugaban en casa.
La epidemia de amnesia empeoró exponencialmente.

Pronto comenzaron los temores del infernal castigo. Incluso los sacerdotes anunciaban con seguridad el juicio final y la verdadera vida junto a Dios. Incluso cada vez que una persona asistía nuevamente a la exposición decía: "cada vez se ven más fieros", "nos miran como si nos conocieran"; otros, bromistas, vociferaban "me parece recordar a aquel de tu sueño, la otra vez". El propietario del museo hacía nada al respecto, en cambio alentaba esas frases, a pesar del precario estado de salud que presentaba, porque cada noche le costaba más trabajo mantener quietas a sus bestias ansiosas.

Una tarde el artífice apareció sin vida, deshuesado, en frente de su casa. La policía indagó quién podría ser el culpable de tal atrocidad, pero no hallaron pista alguna. La casa estaba intacta, salvo una nueva tinta roja (que nadie percibió) en las garras de las terroríficas esculturas, diversos cuadros –en los que todos reconocieron algo de sus pesadillas, puesto que las escenas eran idénticas; aunque, tal vez el parecido lo causaba la superstición– y una nueva alimaña en la exposición.

7/9/12

Luna de día

             Para Luna


Lámpara encendida en pleno amanecer
activa por plateada conducción
que perpetua y fortalece
los claros irradiados desde la alcoba celestial.
Paredes transmutadas en ventanas,
a fuerza de luz delatora,
que generan gravedad hacia vouyericas acciones
//inevitables/irrechazables/inolvidables//

Residenta y anexado
miradas entrechocan:
maldito perigeo de cercanías peligrosas
para el/la que (no) se esconde.

Ese faro doméstico
que guía a todo                                                     el infinito,
                           pero a todo, a bien pinche todo
articula
su magnética
metalurgia
y araña luminosa
atrapa al mosquito de cuerda
que se coló
por las persianas de concreto.

¿Insectofagia fulgurosa?
No.
Esa boca no engulle mi coraza férrica

Tu ósculo galáctico de ecléctica ilusión
fluye líquidos eléctricos con explosiones contundentes
y chispazos luminosos casi efervescentes
hacen cortocircuitos en mi nervio más central.

Instalación hardcore
                                  de programas y soportes

Convertido en marioneta
de hilos platinados:
excelente prototipo de robot alucinante:
control manual (con titiritero al mando)
a control remoto (in)alámbrico,
piloto automático –incluído en el paquete–
vitalizado por híbrido motor.

Datos recibiendo a X bps
Bytes like bunnies
haciendo madrigueras/carpetas
repletas de tus fotos
y archivos de audio con tu voz
y un diccionario inagotable de la palabra nada.
                    Voilá!
El primer autómata de energía lunar.